El domingo de la semana pasada Eli cumplió años. Un día antes festejó con su familia, y el secreto de esa celebración, era el anuncio su compromiso matrimonial.
Después de los veinte, las mujeres de mi pueblo ya somos carne lista, para ser manufacturada a la industria doméstica del matrimonio.
Otra de mis mejores amigas se casó hace unos meses. Entre mis descabelladas ideas he pensado que el compromiso de Luz, fue obra de agua de calzón. No entiendo los designios del destino, el azar o las consecuencias de nuestros actos, cuando tomamos decisiones deliberadamente.
Luz se matrimonió con el tipo de hombre que toda mujer desea; la adora, su posición económica es buena, la familia de él la ha adoptado como una verdadera hija, y aunque no es guapísimo, tiene muchos puntos a su favor que lo hacen un ser humano ‘decente’, y digo, catalogar así a un hombre en estos tiempos, ya es bastante (con todos los patanes que hay en este mundo, es raro encontrar a un buen partido).
El problema es que todos sabemos que ese hombre con todas sus cualidades, no es el amor de la vida de Luz, ni siquiera entendemos porque aceptó, cuando ella teniéndolo todo, no tenía necesidad de casarse. Su decisión absolutamente racional, fue buena; consideró su estabilidad familiar, económica, pero no su estabilidad emocional y sexual.
En esta vida no podemos tener todo lo que queremos al mismo tiempo. Gran parte de mis conductas, debo agradecerlas a mis amigas de la universidad específicamente. De las inseparables tres amiguis que éramos, yo soy la menos heavy. Por cierto, perdí a una justamente, por escribir algo de ella en este blog, así que imagínense el peso de sus personalidades.
Cada vez que una de mis amigas comienza a pensar en el matrimonio, las cosas comienzan a aterrarme, porque sé que cuando yo me enamore harto de alguien, tal vez me ilusione con lo mismo, pero ese no es el problema, sino, ser presa de las preocupaciones: ¿vivirás de amor?
A estas alturas uno ya la piensa en casarse con el pelafustán del que típicamente te enamoras, pero que es un bueno para nada. O bien, el que ofrece todo, te adora (como el caso de Luz), pero del que no estas enamorada y además, con el que ‘típicamente’, no hay buena química en la cama.
Chuchita y Eli, son de mis amigas que llevan años con el novio y nunca les he sabido algún pleito serio o fuerte con su pareja, tampoco me he enterado de alguna infidelidad de ambas partes. Digo, el que uno no se entere, ya es ganancia.
El día que fui a la boda de Luz, Perla y yo, nos preparamos para robarnos ramo, ja, ja, ella casi lo obtiene, a decir verdad aunque alcé mi mano no me frustró el no agarrarlo. Pero alguien a quien si conozco muy bien, se quedó con el liguero de luz.
De nuevo, fin de semana, y yo en etapa de recesión amorosa, abstinencia sexual y búsqueda de equilibrio emocional. No es tan malo, recurro a la valoración propia, a la auto-turbación plus, evito comer carne y estar ocupada. Finalmente el matrimonio, no es el fin, sino parte de la vida, un tropezón de más o de menos.
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