lunes, febrero 11, 2008

Antigüedad




¡Al diablo con lamentarme por un cabrón! Bueh... es bien sabido que tengo la moral algo relajada y que terminaré tolerándolo, por la simple y sencilla razón de que coge rico.
Pero por otro lado, digamos que nuestro concubinato improvisado no ha sido el principal motivo, en términos prácticos y utilitarios, me ha hecho pensar que tiene sus ventajas tener un hombre a la mano, no solamente en el aspecto sexual.
Siendo razonable, mi enamoramiento por el ‘Futbolero americanista’ (cuyo perfil me encanta porque es hiper gracioso, no habla de cuanto sabe y no tiene nada que ver con los seudointelectuales, megalómanos, esquizoides, con los que he andado últimamente), se ha ido incrementando en medida que me ha hecho la vida más fácil, por ejemplo, la vez que fue por mi coche porque estaba en la vulcanizadora y anduvo de mi chofer, la segunda, cuando le cambió las balatas a mi auto, (¡ah!, y lo bien que se veía embarrado de aceite, con su rostro sudado y esos ojazos miel a plena luz del medio día, que casi se veían verdes), soy res populi, lo acepto, lo acepto, ¡lo acepto!, me encanta verlo con sus gestos nacos, cachondos y las frases que a cualquier otro patán le hubiera devuelto con un insulto, pero viniendo de él, todo es cajeta con pan tostado (por no decir miel).
Tengo la mala fortuna de tener un carro un tanto destartalado; hoy, le arregló la chapa a la mondriga puerta, además que hace días le pegó un diurex a la llave que estaba rota, y que por mi desidia no había pegado, ja, ja, ja, soy una huevona.
Por cuenta propia, ha movido sus influencias para que me hagan un descuento considerable si quiero comprar las cuatro llantas nuevas.
Haciendo un recuento amplio, de estos dos meses de un romance de contrabando, hemos hecho cosas interesantes, como: ir a San José del Pacífico, dónde (me avergüenza decirlo) me di cuenta que cocina mejor que yo, y por cierto, nos valió coger con tres personas al lado de nuestro colchón; ir al cine bajo la influencia de algunos suspiros... visitar algunos moteles que no imaginaba que existían, meternos a la librería para ver libros de posiciones sexuales y hacer un recuento de cuáles ya hicimos y cuáles nos faltan, platicar en las mesitas del IAGO, o entrar a un bar y al calor de una cervezas contar nuestras penas.
Quisiera pensar que en su rostro silencioso y las leves miraditas sugerentes, son respuesta a los celos que se resiste en sentir, cuando me llama ‘mi supuesto novio’...bueh, la verdad es que tampoco soy una palomita blanca, ambos somos unos cínicos, él con novia y yo con un novio que me llama casi todos los días, para checar qué hago, pero que no veo desde el año pasado, je, je, creo que eso ya no es novio, sino fósil.
Algunas de mis compañeras insisten en preguntar si él es mi novio, y antes de que yo pueda responder, el Americanista mete su cuchara y toma la palabra, para aclarar ‘¡NO, no somos novios!’
Ciertamente es que algunos de mis alumnos ya lo conocen, mi mamá lo ha visto más de una vez y se me ha salido decirle imprudentemente que él ha arreglado el coche, las arpías de las secretarias donde trabajo descaradamente lo viborearon y además resulta que una de mis tías ya le coqueteó, ja, ja, ja. Y no, él dice que NO somos novios.
No entiendo en qué lenguaje habla, pero supongo que en términos demasiado posmodernos y contradictoriamente convencionales, mientras tanto, he aprendido a tolerar los celos, a no presentarle a mis amigas porque luego me dice que tienen buen trasero y eso me emputa, a sobrellevar cuando anda de fisgoneando a una muchacha (que por supuesto ni lo mira, por feo, ja, ja, ja), en definitiva aunque siempre haya deseado un amor a la antigüita, el amor a la posmoderna, me sienta bien.

sábado, febrero 09, 2008

Cursitragedia

Dadas las fechas, de febrero, mes de la cogedera y el consumismo masivo. Iniciamos con un nuevo género: 'Las cursitragedias'.


Algunas ideas menos y unos prejuicios de más, me han hecho entender que mi cuerpo ha cambiado en la medida en que ha aprendido, a complementarse con otro.
He dejado muchas letras, muchos cuentos, muchas figuras retóricas en la boca de mi verdugo; lo mejor de esto es que no fue necesario escribir, porque de tanto pensarlo es muy posible que no lo olvide.
Desgasté el escudo de fuerza de mi orgullo; flojita y cooperando cedí a los placeres de no estar sola. Por más que lo intenté, no me salvé, no me salvé.
¡Maldito hombre! Que se ha metido como liendre chupador de sangre en el cerebro, y altercado mi desesperanza del ‘amor’.

Mi pecho de hielo se hizo agüita caliente, cuando entre sus fantasías pronunció mi nombre, cuando entre sus gemidos, le rindió culto a mi cuerpo, y cuando le di sus buenas cachetadas pasa saciar su masoquismo.
Más de una vez, le vomité infinitos discursos de cursilerías, cuidando siempre de caer en los recursos más comunes para vociferar sinceramente un ‘te quiero’.
Conocí la gloria de los celos, en más de una ocasión mi rostro le dijo con malas palabras cuanto lo odiaba, cuanto deseaba ahorcarlo por mirar otras nalgas.
Pero sobre todo, fungí como su amante fiel, libre de idolatrías innecesarias, desinteresada de monopolizar su atención y tan portátil como desechable. Para cerrar con broche de oro, y concluir con la lista de los inconclusos, me deshizo en un dos por tres cuando me dijo que tenía novia.