martes, marzo 27, 2007

Estas si son perversiones

No me he considerado una persona rencorosa, ni que clame venganza por cuanta culerada me hayan hecho, sin embargo, hoy que veía ‘Kill Bill’ y tras haber tenido una severa riña con mi sobrino, me di cuenta de que llevo años de autorrepresión, durante niña y adolescente, aunque ustedes no lo crean, siempre escuchaba los regaños de mi madre, aceptaba sus castigos y acusaciones (bueno, este término no es tan cruel como aparenta, sino que me resultaba bastante vergonzosas sus formas de acusarme con la demás gente) frente a doctores y amigos, con quienes se quejaba de mis comportamientos, que siendo sinceros, la mayor parte de las veces eran ínfimos en comparación con las faltas que alguna vez hicieran mis hermanos, pero uno aprende la lección ‘los papás siempre tienen la razón antes de los 18’, o bueno, un aproximado a la edad en la que uno se hace menos holgazán y más responsable, ahí ya alzamos la voz cuando nos parecen inapropiados sus juicios.
Debo decir que hasta la fecha tengo la firme consigna de que ‘los papás siempre tienen la razón’, y bueno, eso es algo que he tratado de asimilar poco a poco. Por insulsos que nos parezcan nuestros padres y aunque no estemos de acuerdo con ellos, es mejor darles la razón y evitar pleitos mayores, aunque claro, terminemos haciendo lo que nos pegue nuestra regalada gana.
Pero, venía hablando de venganza ¿por qué joder salió esto al tema? Comencé a imaginar lo placenteras que son las venganzas, las ganas que me darían escabecharme con una espada de samurai a cuanto jodido me hiciera daño, incluyendo a cierto perverso polimorfo que me amarga la existencia por ratos (la criaturita de nueve años que vive en mi casa, je, je, je). Supongo que esas emociones son tan normales en un ser humano como yo, el problema se presenta cuando agarras el control de la televisión simulando que tienes un cuchillo en la mano y con una mirada al estilo de Jack Nicholson (el resplandor de Kubrick) amenazas con una ira que jamás imaginaste sentir, ese sentimiento perfectamente descrito en ‘El gato negro’ de Poe, esos breves instantes en que no piensas y eres capaz de cometer algo muy feo.
Esta es la segunda vez en mi vida que asusto a alguien así, algunas veces pienso que tengo que buscar alguno de esos clubs donde pueda chillar, chillar, chillar y chillar en los grandes senos de un hombre gordo (recordando al ‘Club de la pelea’), así me evitaría problemas de insomnio e ira descontrolada.
Ni modo, tendré que regresar con el psiquiatra, naah, no se crean es broma. Lo acepto debo encontrar un modo donde descargarme, si no, la piel se me irá consumiendo y regresaré a los achaques infantiles que me hicieron muchas cicatrices.
Sigo emputada, y no les digo por qué, empezando porque es un asunto que me da la suficiente vergüenza para contarlo, continuando porque no tengo justificación alguna para avalarme en tener la razón. He dicho, acepto servilletas, pañuelos, papel higiénico para llorar indefinidamente, o ya de perdis una espada de samurai como la de Uma Thurman para hacer que mis victimas chorreen sangre por litros como mangueras con fugas bajo presión.

Geisha

Lo sé, lo sé, es un post muy feo, y supongo que ver tanta película me está afectado severamente el juicio, ja, ja, ja, esto lo escribí ayer así que hoy, ya no tengo ganas de matar gente.

domingo, marzo 25, 2007

Pies


No se fijen de la pared.
Geisha

miércoles, marzo 21, 2007

Paula

Paula era una niña de 8 años, cuando leyó lo que decía la tarjeta musical de navidad comprobó que ante mentiras tan viles, un niño no es tan tonto para creerlas.
Las palabras eran las siguientes:
‘Para mi hija favorita, le deseo un felix año nuevo’.
A sus ocho años, y a su tercer año de primaría sabía que ‘feliz’, no se escribía con ‘x’, y que esa tinta roja hacía más desagradable esa gran mentira a la vista de su ojos.
No podía concebir que hubiera un hombre tan ‘estupido’ (termino catalogado en su vida adulta, porque de niña no podría ofender de esa manera a un persona mayor) como para creer que una niña no se diera cuenta de tal patraña, aún con sus intenciones de quedar bien con su madre; le parecía de lo más irrespetuosa al decirle que era ‘su hija favorita’, sabía que ese señor que conocía de hace unos meses, pretendía a su mamá, también sabía que tenía cuatro hijos más y una niña de su edad, que recientemente había conocido y con la que jugaba a la comidita.
Nunca perdono una tomada de pelo tal, y no por lo que dijera, sino por la ofensa que un tipo cualquiera, una persona extraña, fuera capaz de considerar que una simple niñita de ocho años fuera lo suficientemente tonta como para creer esa verdad tan no evidente.

Geisha

lunes, marzo 19, 2007

Peinados

Hoy se me dio la gana cambiar la foto del portarretrato, guardé algunos recuerdos en el álbum y mientras miraba mi colección de imágenes donde casi siempre aparezco acompañada por mis amigos, me encontré con una de las pocas fotos donde mi disfuncional familia ha estado reunida.
Nunca hemos sido ritualistas, regularmente no celebramos navidad ni año nuevo, crecí con la consigna que no hacíamos fiesta de cumpleaños porque ‘se gastaba dinero en alimentar a muchos gorrones’. Creo que sólo una vez me hicieron piñatas cuando era niñita, esa vez recuerdo que no pude apagar la velota con un gran número seis.
En ese cumpleaños, dos días después llegó el vestido que una de mis tías había enviado para la fiesta, y como buen detalle de mi mamá contrató a un fotógrafo para que me tomara fotos con él.
Demostrando la gracia y mucha habilidad de mi mamá para peinarme, lo único que hizo fue pasarme el peine en mi diminuto cabello (porque dejen les digo de niña, yo era un vil niño, siempre cargaba el pelo cortito) y pegarme con un diurex en la cabeza un moño rosa de regalo de esos de listón de plástico, lo sé, ríanse vilmente, desafortunadamente tengo pruebas irrefutables de mi cabecita con moño de regalo.
Hablando de peinados, mi mamá no tuvo piedad conmigo, de verdad que uno cuando es niño es re wey, puesto que siempre se deja que le hagan cuanta cosa ridícula como viles juguetes de nuestros padres, quezque para hacernos ver más ‘monos’ y terminan por traumarnos vilmente.
Hace años, mi hermano tenía una foto pequeñita en su cartera donde estamos los tres (yo, mi hermana y él) lo curioso del asunto es que yo parecía una mala imitación de marcianita, ja, ja, ja, si, neta, en mi cabecita de muchita de 4 años, pendían tres chongos mal amarrados que mi mamá esmeradamente me hizo.
Ejemplos y pruebas de la gran habilidad peinadora de mi progenitora, sólo tengo dos o tres fotos, y bendito sea Dios que desistió de hacer sus malos experimentos en mi cabello, que cada dos o tres meses era cortado.
Por otra parte, considerando mi infancia nómada, de ir de escuela en escuela, de casa en casa, de familia adoptiva a otra, de tías que nos recibían en sus casas, fui una niña bastante desaliñada, hasta los trece años un palo andante, con permanentes cicatices en las rodillas, con alergias atópicas en la piel, muchas enfermedades respiratorias y con un paso tortuoso a la adolescencia, ahora que recuerdo como era en ese entonces, acepto que era una niña bastante odiosa, me encantaban los muchachos guapos, les escribía cartitas, mi madre ante mi crisis emocional me compró libros de Carlos Cuauhtémoc Sanchez, dizque para ubicarme, ja, ja, ja, ¡qué pena me doy!
Supongo que la época que más detesté en mi vida fue la de la secundaria, era un martirio tratar con niñas con las que nunca pude encajar. Dado que vivía en el istmo donde hace un calor estrepitoso, las mujeres se desarrollan mucho más rápido, pero yo era una niñita chaparrita y enclenque, creo en mi salón de secundaria fui la última a la que le bajó su periodo. Nunca fui buena para los deportes, jamás querían aceptarme en los equipos en los que forzosamente teníamos que jugar, tenía la horrenda paranoia de que nadie se juntaba conmigo porque era odiosa, y desafortunadamente era cierto.
Pero dejemos los traumas infanti-adolescentes, empecé hablando de mi familia y de esa foto que puse hoy en el portarretrato de florecitas, creo que salió lo sentimental a ver a mi carnal hermoso (ahora si digo cosas bonitas, porque mi cuate el Perro, al que le digo que se parece a mi hermano, luego se enoja si hablo mal de mi carnal), indudablemente es mi favorito.
Ayer me puse a pensar seriamente que me gustaría que mis hermanos fueran en verdad mis amigos, si eso ocurriera prometo dejarme peinar por mi mamá sin quejarme nunca más.


Geisha

lunes, marzo 12, 2007

Nodriza

De vez en cuanto me gusta prostituir a la razón con el deseo. No pido dinero, pido tesoros de caricias en mi cuerpo, y que su boca succione el jugo de mi carne desierta.
Una pregunta filosófica de aire masculino, le falta el respeto a mi femenina estupidez, la recorre por debajo de la falda, y le abre las piernas para penetrar con todas las ganas de eyacular su semilla maldita que nunca perdura en mi útero estéril.
Me quedo mirando mi cuerpo prensado al otro, agitándose como entre una marea, haciendo de la cama un mar desesperanzado de amor inacabado.
Soy una silueta reflejada en un espejo que gime pasión, que suda agonía, que arde brazas frías de humo en mi vagina.
Somos llama de la tenue flama, la luz azul que no quema mi placer en sexo efímero, sino el buen amante que me considera su mujer, y no me prostituye el alma nodriza de muchos hijos sin madre.

Geisha

domingo, marzo 04, 2007

Viaje de estrellas

Te preguntas una y mil veces como es que esa adorable criatura en el reino de lo que regularmente no te gusta de los hombres, se metió por tus ojos y ahora no piensas más que en la próxima vez que te baje la luna y las estrellas.
Le preguntaste una vez ¿Cómo son las estrellas?, y él no supo responderte, ni siquiera pronunció palabra. Supiste ahí que su retórica no vendría a engatusarte con palabras bonitas, ni te daría cátedra de metáforas que no dijeran nada, ni verdades maquilladas con sueños oníricos pero con trasfondo de mentira; bien pudiste suponer que su silencio era la cualidad que le daba su aire de sinceridad.
Miraste a la luna como un círculo pequeño cuya luz no deja ver a las estrellas. Luz que opacó a tu acompañante estrella cuando te confesó su fanatismo por el América. ¡Tan bonitos que se veían sus ojos biche!
Fanatismo que te llevó a recordar a tu hermano, ese cabroncito naco, feo, ladrón, vendedor barato de sus caricias con mujeres de las que se termina burlando, siempre has dicho que así de mounstroso quieres a tu carnalito.
Apuestas que así de fenómeno masivo de la especie masculina, es esta criaturita que te roba besos cuando ya no los esperas, que da caricias cuando intentas apartarte de sus brazos que te aprietan para no dejarte respirar.
Bonito viaje de estrellas el tuyo cuando el espacio te enseñó que el lente del telescopio no era suficiente para encapsular parte del universo en tus ojos, tocaste tierra en medio del campo; los besos, los brazos acaparadores, las palabras de seducción se hicieron polvo como briznas que desvanecen los deseos en nada, y en algo que nunca ocurrió.

Geisha