sábado, mayo 13, 2006

El cuarto de los espejos

No me dejes sola en la oscuridad, me da miedo verme desnuda en un espejo desconocido.

Estas últimas fechas dedicaré unas cuantas de mis letras a mi mayor trauma amoroso, me pregunto qué nombre ponerle, pero no encuentro uno a la altura de este gran personaje de la literatura universal.
Paradójico el asunto, yo, de nombre de una película surrealista de Buñuel y él, de una de las mayores tragedias shakesperianas.
Este hecho que parece casual, influyó para que nuestra historia se infestara de un misticismo raro, de hechos que van más allá de la casualidad y una tragedia que concluyó con delicadeza y un severo golpe.

¿Por qué tenemos que recordar siempre las primeras veces? ¿Por qué no acordarse de las veces menos recordadas? ¿Qué es lo que hace que esas veces sean las que olvidemos con mayor facilidad?
Para no olvidar lo trascendente, comencé a escribir un diario desde el 2003, un gran libro de actas de 480 páginas, de las cuales llevo más la mitad, este gran libro (contaminado por muchas faltas ortográficas, por darme el lujo de utilizar los lugares más comunes y cursis), fue testigo de mis múltiples sentimientos destructivos y amorosos, el más importante y por el que gasté más tinta, fue al que llamo como “el mayor trauma amoroso”. Aunque en términos médicos, no creo que exista un traumatismo en el corazón, lo más correcto sería ¿un paro cardiaco?
Algunas páginas tienen corrida la tinta, a causa de un líquido extraño de mis ojos y nariz, sonará asqueroso pero la nariz también llora, y no con mocos, sino exactamente con el mismo lagrimeo, que es insuficiente de salir por vía oftálmica.

Le pondré Yorke, por su grupo de música favorito.

If you go back

Las primeras veces que lo vi, me aturdía su mirada dura, impávida, con una frialdad silenciosa, cualidades que también arguyen a mis ojos.
Una de las ocasiones que nos reuníamos para recomenzar nuestro quehacer literario, en alguna revista o suplemento que nos adoptara como niños huérfanos, sin premeditarlo, en esas platicas que se extienden de un tema a otro, hablé que me encantaba la chamarra roja de un tipo que me gustaba.
Pasado el tiempo, Yorke, era una composición perfecta, alto, delgado, cabello chino, unos labios delgados, vestido con pantalones de mezclilla, chamarra y tenis rojos. Desde ese momento supe que, el rojo era nuestro color favorito.
Suprimimos el clásico protocolo del noviazgo, tu me gustas yo te gusto, vamos a probar nuestra intimidad, sin un compromiso claro.

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Tenemos mala suerte, la casa de mi mamá ya se rentó ¿vamos a un hotel?
No, yo no voy a entrar a un hotel.
Mmm, pues vamos al cine.
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El cine se infestó de gente, Yorke la maldijo, pues no lo dejaría actuar sigilosamente. Se limitó a abrazarme y a esculcar debajo de mi chamarra, en el mínimo motivo de humor de la película, trataba de descargar en una carcajada las cosquillas de sus burdas caricias, él, quitado de la preocupación y la pena, no hizo caso a mi atolondrada voz.

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No voy a entrar a un hotel.
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Yorke tomó en serio el comentario, y encontró el lugar perfecto para nuestros próximos encuentros, “el cuarto de los espejos”.
Una habitación compuesta por espejos en la pared en formas triangulares, una cama king size, una ventana mal tapada por una cortina, de donde recuerdo a contra luz, su figura desnuda con una hermosa erección.
Ese sería el espacio que usurparíamos, sin importar lo que pensara de nuestro abuso de confianza, el dueño de la casa, ese era el segundo hogar de Yorke, ese fue uno de los diarios que escribieron nuestra historia.

Parte I, continuará…

G e i s h a


6 comentarios:

Indigente Iletrado dijo...

Thom Yorke. Radiohead.

Ojalá haya estado haciéndotelo sin estar del todo mientras al fondo 'exit music' embadurnaba el ambiente de melancolía amorosa alguna de esas noches.

Como siempre tus figuras (metafóricas o anecdóticas o retóricas) me recuerdan algo: primero, los toqueteos en el cine cuando la película es tan aburrida que merece ser ignorada o cuando la lujuria es tan desconsiderada que ella se acomoda su rostro sobre mi regazo mientras yo monto guardia; segundo, los espejos que evidencian el grotesco aquel del que hablaba Borges, que si los hombres como la cópula son terribles porque reproducen al hombre, entonces ambos actos juntos rayan en lo obsceno.

¿Qué fijación tuya con los hoteles? ¿más formulaciones morales heredadas? ¿cuando te visite no pasarás por mí al hotel?

Anónimo dijo...

Como bien lo dijiste tengo una fijación desagradable de los hoteles y moteles, posteriormente platicaré de ella. Con lo que respecta a si pasaré o no, por ti al hotel, no será necesario, esperare en la calle.

Oscar Javier Apáez Pineda dijo...

No hay mejor lugar que el que se improvisa, Hotel o motel, con eso se quita el trauma y eso de hermosa ereccion en los espejos, fue la frase que mas me gusto...
y me gusto por que siempre me da risa contemplarme en un espejo con una ereccion jaja se me hace chistoso el cuerpo tan simetrico y un pedazo de carne sobresaliendo, henchido de sangre.. jeje

Anónimo dijo...

Best regards from NY!
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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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