Llevo un año intentando contarme el cabello, pero sinceramente no puedo… 60 centímetros de largo, siete canas y casi medio kilo de peso, tras cinco años de dejarlo crecer a las anchas de mi cabeza, no es cualquier cosa.
Mi cabellera ha contribuido a que mis compañeras de la universidad, me apodaran “niña del aro”, pues, tengo los ojos rasgados, y una vez llegué a mi límite de mezcal (bebida regional de mi pueblo, parecida al tequila pero doblemente fuerte) en una de las tantas pedas, que organizaban en una casa que está en pleno campo.
Esa vez, recuerdo que me sentía, tan, pero tan mal, que decidí apartarme de la fiesta para no hacer feo y evitar panchos; como tener la lengua suelta, decir incoherencias, o caerme cuando intentase caminar, así que me senté en una banca entre dos árboles, lo que recuerdo es que todo me daba vueltas y en mi afán de tranquilizarme, incliné la cabeza y parte de mi cabello cubrió mi cara, de repente todos los conbebedores fijaron la atención en mi, y dijeron que cuando me miraban realmente sentían miedo, pues yo ebria, pálida, con el cabello suelto, largo y negro, les recordaba a “la niña del aro”, ¿ahora comprenden por qué el miedo de Polo?
En los inicios de mi carrera, unos chavos que iban en semestres más avanzados me invitaron a que participara en un corto, que trataba sobre una leyenda urbana, y necesitaban a una mujer de cabello largo que representara a la muerte. Yo encantada acepté, cuando vi el corto, realmente me di miedo.
También entre mis tantas locuras, después de hacer el semidesnudo en la empresa, en mi materia de fotografía, me explayé y aproveché mi pelo para crear múltiples composiciones, como la clásica de cubrir tus senos, o sentarme en una silla, cruzar las piernas y como Eva, cubrir lo necesario con la cabellera, o ponerme un corsé de encaje de mi mamá, una falda larga, con botas, y mostrar una pierna para construir una atmósfera en las épocas del “western”, ¡qué ideas las mías! Y eso que me considero una persona tranquila…
Entre mis intentos de fotógrafa, también tengo la manía de tener fotos de los “males” que me gustan, con dos de mis grandes amores platónicos me tomé fotos en semidesnudo, con uno de ellos no pude tener más que una extraña “amistad”, pero cada vez que recuerdo su nerviosismo me provoca una gran risa, pues esa vez, yo muy quitada de la pena, me saqué la blusa; para ese entonces, él todavía estaba en calidad de amigo, por tanto no me conocía a fondo, una de mis amigas era la encargada de la cámara, yo le ordené a “Tomacito” que se acostara en la cama y se quitara la playera, él repeló, pues argumentaba que tenía una panza horrible, se acostó y yo sin el menor problema que me le pongo encima, ¡uy! sin tocarlo o hacerle cariñito… sentí algo raro entre mis piernas… algo se puso rígido y saltó entre sus pantalones… lo malo del asunto es que había compañía, y todavía estábamos semivestidos.
¡Aaaahh! (suspiro nostálgico) Tiempos aquellos… ¡como extraño la universidad!
Regresando al tema del pelo, en noviembre pasado, dije que lo cortaría, no pude, entonces comprendí que deshacerme de él, representaba algo que sigo aferrando y no puedo dejar ir.
Posteriormente hablaremos de eso.
Mi cabellera ha contribuido a que mis compañeras de la universidad, me apodaran “niña del aro”, pues, tengo los ojos rasgados, y una vez llegué a mi límite de mezcal (bebida regional de mi pueblo, parecida al tequila pero doblemente fuerte) en una de las tantas pedas, que organizaban en una casa que está en pleno campo.
Esa vez, recuerdo que me sentía, tan, pero tan mal, que decidí apartarme de la fiesta para no hacer feo y evitar panchos; como tener la lengua suelta, decir incoherencias, o caerme cuando intentase caminar, así que me senté en una banca entre dos árboles, lo que recuerdo es que todo me daba vueltas y en mi afán de tranquilizarme, incliné la cabeza y parte de mi cabello cubrió mi cara, de repente todos los conbebedores fijaron la atención en mi, y dijeron que cuando me miraban realmente sentían miedo, pues yo ebria, pálida, con el cabello suelto, largo y negro, les recordaba a “la niña del aro”, ¿ahora comprenden por qué el miedo de Polo?
En los inicios de mi carrera, unos chavos que iban en semestres más avanzados me invitaron a que participara en un corto, que trataba sobre una leyenda urbana, y necesitaban a una mujer de cabello largo que representara a la muerte. Yo encantada acepté, cuando vi el corto, realmente me di miedo.
También entre mis tantas locuras, después de hacer el semidesnudo en la empresa, en mi materia de fotografía, me explayé y aproveché mi pelo para crear múltiples composiciones, como la clásica de cubrir tus senos, o sentarme en una silla, cruzar las piernas y como Eva, cubrir lo necesario con la cabellera, o ponerme un corsé de encaje de mi mamá, una falda larga, con botas, y mostrar una pierna para construir una atmósfera en las épocas del “western”, ¡qué ideas las mías! Y eso que me considero una persona tranquila…
Entre mis intentos de fotógrafa, también tengo la manía de tener fotos de los “males” que me gustan, con dos de mis grandes amores platónicos me tomé fotos en semidesnudo, con uno de ellos no pude tener más que una extraña “amistad”, pero cada vez que recuerdo su nerviosismo me provoca una gran risa, pues esa vez, yo muy quitada de la pena, me saqué la blusa; para ese entonces, él todavía estaba en calidad de amigo, por tanto no me conocía a fondo, una de mis amigas era la encargada de la cámara, yo le ordené a “Tomacito” que se acostara en la cama y se quitara la playera, él repeló, pues argumentaba que tenía una panza horrible, se acostó y yo sin el menor problema que me le pongo encima, ¡uy! sin tocarlo o hacerle cariñito… sentí algo raro entre mis piernas… algo se puso rígido y saltó entre sus pantalones… lo malo del asunto es que había compañía, y todavía estábamos semivestidos.
¡Aaaahh! (suspiro nostálgico) Tiempos aquellos… ¡como extraño la universidad!
Regresando al tema del pelo, en noviembre pasado, dije que lo cortaría, no pude, entonces comprendí que deshacerme de él, representaba algo que sigo aferrando y no puedo dejar ir.
Posteriormente hablaremos de eso.
G e i s h a
2 comentarios:
Una ocasión en una sesión de fotografía similar donde había una complicidad entre quien modelaba conmigo (pobre de tu amigo: mi cuerpo sí es obceno, una desgracia estética, pero yo no tuve ningún empacho en mostrarlo) le advertí antes de posicionarnos, aún antes de desnudarnos: 'me disculpo si en medio del magreo sin fines de morbo sino estético tengo una erección; pero me disculpo doblemente si estando desnudo debajo de tu cuerpo no lo tengo, ello sí me avergonzaría'.
El resto es historia. Y nostalgia.
pd. el mezcal no es el doble de fuerte que el tequila, además tienen la misma graduación. aunque sí prefiero el mezcal.
Déjame un mapita que no pueda perder, así prometo llegar hasta tu lugar donde pueda probar mezcal que no es cualquiera allá.
Saludos.
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