domingo, noviembre 12, 2006

Un 12 de noviembre de 2003

Pensé que hoy tendría palabras de sobra, a cambio tengo silencios. No puedo ofrecer más.
Por ser un fecha conmemorativa (para mi), comparto algo que no es mío.


Se la pasa en su cuarto, encerrado y solo, a veces escucha música toda la mañana y la tarde, a veces abría la ventana para que entrara un poco del aire que tanto le gusta por esta fechas, "promesas”.
Además de todo esto, sentía enorme tristeza y nostalgia, cuando veía el sol ponerse a las cinco cuarenta de la tarde, un aire calido rodeaba su cuerpo; cuando esto pasaba, no importaba si él estuviera en un café o en la calle, lo llenaba de enorme soledad, no podía creer que ante increíble espectáculo, que ante maravilloso fenómeno natural, de ver y sentir el ocaso, él estuviera solo, no pensaba en si alguien más lo vería, quería tener a alguien a su lado, alguien a quien pudiera tocar, y pasarle ese calor que tanto le gustaba sentir.
Las noches en su cuarto eran igual que las tardes, de encierro, con música y mucha oscuridad, no dormía, no se lo permitía su conciencia, sus recuerdos; que sé yo, pasaba las noches pensando, mirando hacia el techo, llorando, impotente de actuar cuando saliera el sol, cuando lograba dormir, se perdía completamente en el mundo de los sueños, aun así , sentía exactamente lo mismo que si estuviera despierto o pensando en cualquier otra cosa, aun así en los sueños, no tenía esperanza, no veía salida, aun en los sueños él estaba solo, sin nadie, por más que se concentrara, por más que dejara de respirar o gritar con todas sus fuerzas, él seguía solo.... aún en los sueños... él lloraba.
Pensaba: el mundo y la vida no son eternos, son cosas pasajeras, prestadas para un segundo sobre este universo... aun así, en ese segundo he tenido tanto dolor y soledad, tanta hipocresía y soberbia que cualquiera que la hubiera sentido, hacia ya mucho se hubiera dado un tiro y volarse lo sesos.
Quería que alguien más cobrara consciencia de todo, del dolor, de la soledad, del amor, de confiar; él quería tanto volver a confiar, amar, sentir, dejar de llorar, pero no podía, no lo dejaba en paz, el mundo, las cosas, el humano al que tanto había admirado hasta llegarlo a odiar.
Un día llegó a su cuarto... se acostó sobre su cama, miró hacia el techo, buscó alguna forma de animalito entre los ladrillos que formaban su techo, el sonrió, no importaba la edad que tuviera o dejara de tener, el sexo, hombre o mujer habría sentido lo mismo, él sonrió, una lagrima se le escapaba de entre su rostro hasta llegar a su cama, él sonrió, el aire era tan cálido e hiriente, cierra los ojos, se duerme, sueña… él se ríe.

Esta vez no firmo yo, sino una memoria de requiem.

6 comentarios:

Smooth dijo...

Primero en comentarte... publica poemas!! Este cuento está chingón saludos Geisha y gracias por ser tan cool

Franci dijo...

Un post muy reflexivo… me parece también bastante amargo… pero no menos interesante…
Un saludo y un abrazo….

Unknown Soldier dijo...

Feliz Cumpleaños

Raquel dijo...

Hola Geisha!
Como siempre me devoro lo que escribes como mi postre del dia: con este frio me pongo pijama y pantunflas, preparo chocolatito y te leo. Que puedo decirte, tu me caes mas que bien, admiro mucho tu valentia y tu talento para apreciar ciertas cosas y luego escribirlas.
Aqui te sigo leyendo. Un abrazo!

Fernandina dijo...

Gran talento.

Y no me parece -amargo- como dice Franci, me parece incluso dulce... ese sabor que solo se logra al transmitir con palabras imagenes de la realidad.

Geisha dijo...

¿cool? primera vez que me dicen cool.

¿cumpleaños?, no, nadie nació ese día, o puede que sí...

¡Raquelita! gustazo verte, te anexaré al msn ¿cuál es tú mail?

Amargo o dulce, me da gusto poder darles esos sabores a sus lenguas lectoras, aunque este no sea un post mio, mio.