Carmen Maria es la vendedora ambulante de una secundaria, las secretarias y los intendentes le compran a crédito, licuadoras, sábanas, cobertores, vajillas, electrodomésticos, cidis y dvdes piratas, su automóvil siempre es el mercado del “después me lo pagas en cómodos paguitos, manita”.
A Carmen la conocen por la señora “Toy”, su apellido de origen chino, le hizo heredar su sangre comerciante. Lleva más de siete años en el negocio de medio vivir, con un lujo por año, se esmera en apagar las luces cuando nadie las ocupa, ahorra hasta la última gota de agua y compra ropa usada de sus amigas que visten bien.
Años atrás, pertenecía al sector de confianza de petróleos mexicanos, sus muchos años de escalar peldaño por peldaño, desde lavar baños, manejar pipas, hacerla de vigilante, nominista, secretaria, hasta la “honorable” contadora, se fueron al carajo, gracias a uno de esos recortes de personal que las reformas laborales y gubernamentales, hacen para reducir presupuestos, injustos para los que la necesidad les hace doblegar el orgullo tras años de humillaciones, diez de mayos no festejados en las escuelas de sus hijos, vacaciones no disfrutadas, y tardes sin ver televisión en compañía de sus críos.
A sus cincuenta años, conserva una cintura que no cualquier señora de su edad tiene, las nalgas redonditas de sus pantalones pegados todavía hacen voltear a las miradas masculinas que disfrutan la estética de las caderas istmeñas.
Por ser la primera letrada de la familia, se le ha otorgado la autoridad moral de ser la “mamá grande de sus hermanos”, la prestamista a la que nunca le devuelven el dinero, la que ayuda a denunciar a los golpeadores maridos de sus hermanas, la que regaña los vicios de los alcohólicos drogadictos de la familia, y también la bella viuda amante.
A Carmen la conocen por la señora “Toy”, su apellido de origen chino, le hizo heredar su sangre comerciante. Lleva más de siete años en el negocio de medio vivir, con un lujo por año, se esmera en apagar las luces cuando nadie las ocupa, ahorra hasta la última gota de agua y compra ropa usada de sus amigas que visten bien.
Años atrás, pertenecía al sector de confianza de petróleos mexicanos, sus muchos años de escalar peldaño por peldaño, desde lavar baños, manejar pipas, hacerla de vigilante, nominista, secretaria, hasta la “honorable” contadora, se fueron al carajo, gracias a uno de esos recortes de personal que las reformas laborales y gubernamentales, hacen para reducir presupuestos, injustos para los que la necesidad les hace doblegar el orgullo tras años de humillaciones, diez de mayos no festejados en las escuelas de sus hijos, vacaciones no disfrutadas, y tardes sin ver televisión en compañía de sus críos.
A sus cincuenta años, conserva una cintura que no cualquier señora de su edad tiene, las nalgas redonditas de sus pantalones pegados todavía hacen voltear a las miradas masculinas que disfrutan la estética de las caderas istmeñas.
Por ser la primera letrada de la familia, se le ha otorgado la autoridad moral de ser la “mamá grande de sus hermanos”, la prestamista a la que nunca le devuelven el dinero, la que ayuda a denunciar a los golpeadores maridos de sus hermanas, la que regaña los vicios de los alcohólicos drogadictos de la familia, y también la bella viuda amante.
Diálogos moralistas parte I
- Me encabrona que mi papá sea un mediocre, todavía esta bueno para irse a trabajar, y deje de andar pidiendo dinero a la gente.
Liliana la abrazó para contenerle las lágrimas a punto de escaparse de sus ojos.
- Algo he aprendido en los últimos años Carmen, así tus padres sean los peores, así te regañen sin razón, así te hayan hecho daño, así sus argumentos para reprenderte sean retrogadas… “Los papás siempre tienen la razón, y no hay que juzgarlos”, eso es algo que no voy a discutir, entiéndelo, y ya párale de reprochar eso a tu padre.
Después de unos minutos, Carmen alzó la cara y perpleja preguntó.
- ¿Por qué me dices Carmen?
- Así te llamas ¿no?
- Pues soy tu madre.
Liliana rió descaradamente.
Geisha
7 comentarios:
Que lindo post, siempre sabes llegar a la fibra de las personas, adoro a las personas que solo con su esfuerzo salen a delante y nunca se quejan. y tu dialogo con tu mami.
Saludos
José
G.
HE LEIDO DOS VECES TU TEXTO, LLENA DE ADMIRACÓN.
GRACIAS POR COMPARTIR LO QUE ERES, Y GRACIAS POR TU REGALO EN MI BLOG.
UN BESO Y QUE DISFRUTES ESTE FIN DE SEMANA.
Don Vene, que gustazo verle. Virgen, no hay de qué.
Saludo
Geisha bella...
me gusta la sinceridad que expresa la personalidad de Liliana...como te haces llamar en ciertos momentos ;=)
Sabes...hablando de otra cosa...estoy impactada francamente por la reseña del viaje a la tierra de nadie...Aqui, en la comodidad de mi oficina y en la frugalidad de mi mesa, me sentia tan ajena a muchas realidades, pero estoy decidida a poner mi granito de arena..ya te contaré.
Besos
Diana
Algo hay en ti, que me hala inevitablemente a seguirte, quiza sea tu sensibilidad o quiza tu humanidad, terminas siendo un remanso. Gracias.
¿Remanso?
El diccinario es el libro que más consulto, supongo es mi nuevo mejor amigo, aunque debo decir es algo chafa y viejo, un oceano sin pasta, con las hojas arrugadas, y siempre presente cuando leo otros libros o estoy en la compu. Esta vez mi capacidad de interpretación se quedó corta y un simple significado en letritas no me dio luz para entender el comentario. Soy mala para eso de la semiótica, si no mal recuerdo, esa fue la materia en la universidad, a la cuál el maestro nunca asistió.
Dianita, ya me contarás...
Saludo
En ocasiones los poetas y los que deberas escriben, usan esa palabra (iba a decir palabreja, pero para ti es grandiosa), un remanso es un descanso, es el oasis que nos lleva a ese lugar extraño que nos hace soñar y descansar, que nos pone a pensar en todo aquello que a veces es tan lejano, que parece que no existe. Simplemente por eso, tu eres mi remanso.
Por cierto: Gracias. Un comentario vale; dos, son un sueño; TRES son casi una vida. Gracias
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