-Has dado en el clavo. Si, fui a ver la tumba de mi abuelo.
Días después me morí.
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-Mamá, te presento a la novia de Rodrigo.- Dijo Fausto, mientras incrédula, la señora abría la boca sin darse cuenta de lo letal de sus palabras.
-Dejé a Brenda llorando en su tumba, casi se desmaya.
La abuelita, prosiguió, tal vez justificando, tal vez disculpando, tal vez metiéndole una daga en el corazón de puta.
-Los hombres siempre tiene muchas mujeres.
Nunca olvidó las palabras de las señoras, hubiera preferido que le dijeran puta sin tantos rodeos, no guardó rencor, pero nunca olvidó, nunca lo olvidó.
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Magdalena siguió siendo la primera en llegar a las misas mensuales, a los aniversarios, a los cumpleaños, a las reuniones sin ser invitada y le siguió encendiendo una vela en su altar de muertos.
Nunca le dijo que lo amaba, pero mayor prueba no hubo para corroborarlo.
Geisha
6 comentarios:
He leido cuentos cortos, pero los tuyos llegan al climax. Tu retrato de una sociedad inacabada nos llevan al reflejo cruel de una cultura que no termina de configurarse.
Pequeños relatos llenos de intensidad y emociones amargas…
Un abrazo…
Aniversarios, velas, muertos.... Cementerios.
Si...
Hay palabras que no se logran olvidar.
(tal vez por que tampoco se -quiere- olvidar)
Un abrazo Geisha, espero que te encuentres bien.
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