No sé cuanto tiempo duró el delirio. Entre sueños repetía la frase: ‘¡hombres y mujeres! Atenciooooón’. Una y otra vez, los textos de la obra venían a mi mente. Hasta que un pensamiento consciente, me dijo: ‘¡basta, deja de pensar en Lorca!... Realmente nunca supe si lo que trataba de estructurar en el sueño eran los diálogos exactos de la obra, porque supongo sólo se representan.
‘Niño, cierra esa boquita’. Las caras de Dolores, Maleno y Saúl (mis compañeros del teatro), entraban en mis sueños, la presión de repetir una y otra vez el ensayo, hasta que saliera perfecto, como el maestro lo quería, me hicieron despertar de golpe. La respiración apenas sana, el calor de las cobijas, el sudor frío, el pecho constipado en flemas, un pequeño dolor en el estómago, me hicieron caer por momentos en la desesperación, en la que por segundos sientes que te vas a morir. Pasaron unos cuantos minutos para que intentara volver a dormir, resultó imposible cuando mi cuerpo se movía de un lugar a otro, cambiaba de postura, me quitaba la cobija y me la volvía a poner.
Salí de la cama para ir directo al baño, lo último que salió fue gran vómito apestado a las pastillas que había tomado para aliviarme la infección de la garganta. Fue ahí cuando comenzó el dolor en el estómago. Me olvidé de mi defectuosa respiración, para instaurar mi atención en el nuevo inconveniente: La panza.
Increíble pero cierto, en el primero que pensé, fue en él, en mi supuesto novio. Fueron esos momentos cuando me dí cuenta de algo espantoso: estaba sola, quería estar con alguien me auxiliara en esos momentos. Esa sensación me la había provocado el que después de vomitar 3 veces, nadie en mi casa se había dado cuenta. Fue hasta que azoté la puerta del cuarto de mi mamá y le dije: ‘Me siento mal’.
‘Callad, para que el silencio quede más clarito’. ¿Qué haría si viviera sola?, mi progenitora me hizo un té, que minutos después estaba vomitando de nuevo, hasta que de tanto esforzar al estómago, me quedé dormida por breves instantes de gloria, postergados por infiernos anunciados de gritos, parecidos a los de una parturienta. Ya amanecía cuando subí al coche, el camino se hacía eterno, cerraba y abría los ojos, para ver si ya habíamos llegado al hospital. Unas cuadras antes desalojé las últimas salivadas de antibióticos que me quedaban.
El medico de guardia apareció, me llevó a su consultorio y después de un chequeo de rutina, preparó una jeringa, me bajé los pantalones, ya sin el menor complejo; porque apuesto ese doctor había visto miles de cuerpos desnudos, miles de nalgas imperfectas, miles de atrocidades humanas, que apenas hubieran sido comparables con mi nalgas escurridas. El escándalo no fue menor, porque al momento de sentir la aguja, grité de nuevo, y quedé dopada en instantes. Boca abajo, me sentí ponchada, como después de muchos rounds, sin límite de tiempo, que me habían desgastado todo el cuerpo. Supongo que mi mamá volvió a subirme los pantalones, porque cuando desperté ella platicaba con el doctor y yo estaba con los pantalones arriba.
Cuándo el doctor me preguntó si tenía estrés en mi trabajo, yo respondí ‘no’, porque ahora que reflexiono, disfruto más mi trabajo que nunca, me dijo si tenía alguna preocupación con el novio; tampoco la tengo, digo, llevo dos meses de abstinencia, un novio que es de palabra y nada más... hasta que me acordé... ‘Los títeres de cachiporra’ obra de teatro escrita por Federico García Lorca, dirigida por Rolando Beattie.
‘Bajo la luna verde de las montañas, bajo la luna rosa de las playas...’ El diagnóstico fue el siguiente, después de haber tomado dos pastillas para mi garganta, mi estomago había reaccionado con una gastritis nerviosa, motivo por el cual intentaba desecharlas en el vómito.
La maldita presión de estar bien de salud, para hablar a viva voz, me llevaron a un crisis de plena tortura, y delirios entre sueños con la obra. Caía en cuenta de ello, en el hospital.
Como es típico de mi mamá contar mis vergonzosas hazañas a los doctores, que mi hija esto y lo otro, que trabajaba aquí y allá, que no tenía seguro medico, etcétera, eso ayudó para que de los 350 pesos , que íbamos a pagar, el doctor no se manchara y fueran solo 300. Además, yo debería haberle cobrado, por el hecho de verme las nalgas. Después de la inyección, llegué a casa, comí lo que pude, porque nada me sabía y me tendí cual muerta en la cama.
Cosa curiosa, después de muchos meses de no tener contacto con un tipo con el anduve, me ha marcado justamente hoy, para ver como he estado. ¿Y mi ‘novio’? ni sus luces.
Creo que dejaré de ser un títere de cachiporra, y mejor me pondré a buscar un buen marido como don Cristobita, o de perdis que me ame como Cocoliche, ash, me choco, yaaaa, dejaré de pensar en el teatro!, casi me muero y sigo con mis mamadas.
2 comentarios:
Hola, pasaba para ver como estabas...dejo mi mejor energia.
Tremendo relato...
MentesSueltas
hola aqui esperando que este bien amino. pronto encontraras a la persona perfecta para ti
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