Rutina

Me preocupa la pesadez de mi rutina. Diariamente cae encima de mis hombros un nuevo peso que me esclaviza. Desde emitir un nuevo saludo, encontrar otro sabor a la comida, o engañar al estómago que no tengo hambre. Me he preguntado si todo lo que he gastado en cursos, de natación, danza, música, teatro, literatura, han servido para quitarme algunos dogmas de los que no puedo divorciarme.
No puedo con la incertidumbre futura de sentirme sola. Convertir el sexo, en un acto de mete y saca, vaivén, gime y grita, chupa y muerde, al de un solo acto ínfimo de amor.
Dejé atrás al alcohol, al tabaco, a la marihuana, para que no me sepa cruda la vida. No omito los errores. Caigo adrede nuevamente en las mismas erratas, para burlarme de mí.
Puedo pregonar que nunca he tenido reconocimientos, y mis fracasos, pueden vociferar largos discursos de vergüenza. ¿Si me he arrepentido? Respondería: todo el tiempo. Porque aún la memoria me tortura.
Lunes, despierto, martes duermo, miércoles sueño, jueves insomio, viernes desvelo, sábado sexo, domingo siesta. Una semana que nunca varía, ¡maldita rutina!