Hoy me salió lo inocente...

‘Ya no somos unos niños’, fue un frase que me agradó escuchar, después de diez años, cuando nos dimos el primer beso afuera de mi casa.
El ‘ya no somos niños’, implicaba ese retorno de las calenturas, que nunca consumamos. Nuestra relación no pasó de su bulto del pantalón caliente en mi entrepierna, y sus mejillas rojas cuando le daba cachetadas por tocarme las nalgas.
Todavía su saliva dulce y diáfana, me recordó las trompadas que nos dábamos cuando éramos noviecitos. Recuerdo la ocasión en que a escondidas de las miradas extrañas, me daba besos que me babeaban parte de las mejillas y mordía mi labio inferior; una vez sus dientes fueron tan inclementes, que terminó por hacerme una herida, sin el menor asco puso sus labios y chupó la sangre de mi boca.
Éramos unos niños cuando nos tomábamos de la mano, la memoria me falla, pero supongo que alguna vez nos dijimos que nos queríamos.
Nos volvimos a conocer en la bocina de un teléfono, cuando no desistió de comunicarse conmigo, porque estaba lejos.
Supongo que es parte del encanto, de un amorcito adolescente que se guarda, sin tanta maraña sexual, sin tanta complicación que la ilusión del ‘volverte a ver’.
Tomarme de la mano, comer nieve juntos, ver una película, llamarme ‘Mami’ y darme besitos discretos, me replantearon quererlo de nuevo...
Ya había olvidado que eso del amor, es un largo proceso que muta a través del tiempo, que crece o se desvanece, que se alimenta por la incógnita del cuerpo del otro, que se guarda en el deseo, en el hambre del sexo sin tenerlo, y tal vez una que otra lagrimita pasada sin retorno.

- ¿Quieres hacerlo?
- No, no quiero. ¿Tú quieres?
- No, sólo cuando estes segura tú.


¡Dios volví ser toda una adolescente, inocente y decente!

Fé de erratas: Ya corregí el 'inoscente' error, gracias querida Güera, no se limite cuando detecte ese tipo de anomalías, suele suceder.