Los buenos comportamientos

Comes por segunda ocasión en el mismo restaurant, sentada en la misma silla, frente al mismo que te abre la puerta y baja el vidrio cuando subes al coche.
Vuelven a pedir la jarra de agua de frutas mientras te ve atragantarte con los peores modales que tienes, no pretendes apantallarle y la platica es tan monótona que no parece molestar el silencio, sigues atragantándote, mientras él te dice que no te apures, adviertes que siempre comes así de rápido.
Esta vez no irás a un hotel, esta vez dormirás en la casa de un hombre solo, y recuerdas la consigna ‘no seas tan confiada’.
Toma tu maleta con la naturalidad de su declarada caballerosidad desde que te conoció. Subes las escaleras mientras los vecinos advierten que eres su mujer, que has llegado a visitarle y auguran una noche de pasión cuando te ven…
Te asigna una recamara, él ha tenido la amabilidad de tenderla y ponerte una toalla limpia, te indica cuál es tu baño, tiene todo previsto, desde el shampo, jabón, crema hasta la pasta dental.
Sabes, que aunque te carcoman las ganas no lo harás, esta vez tu bandera es la prudencia, la concordia del buen comportamiento femenino, y te tragas toda mala costumbre de tu puteria.
Entrando en tu habitación, te quitas las ropa para dormir como regularmente lo haces, cierras las puerta sin poner seguro, no con la esperanza de que entre, sino con la plena seguridad de que aún teniéndola abierta no entrará.

Geisha