jueves, octubre 05, 2006

El orgasmógrafo del abuso

Algunas veces cuando me atacan esas dudas extrañas que no son fáciles plantear a cualquiera, me pregunto ¿habrá en este mundo alguna mujer que no haya sufrido ninguna agresión sexual?, y me asusta el planteamiento de mi pregunta porque si antes la pregunta era inversa sobre ¿Quién ha sido la desgraciada de sufrir una agresión?, ahora es “a quien no”.
Ciertamente ese tipo de casos siempre han existido, pero hoy, gracias a la ola mediática, y todas esas cosas de derechos humanos, de fundaciones por la protección de la mujer, que han difundido la denuncia se conocen nuevas formas de protección y ayuda.
Pero ¿hay formas de prevención?, ¿es necesario que las mujeres dejemos de utilizar faldas cortas, escotes, para que no nos violan el respeto?
Hasta hace algunos años descubrí la mejor forma en la que puedo repudiar al mundo y al pasado, y fue a través de los relatos que mi madre me hacía sobre su infancia y su demás primas, hermanas, tías y abuelas. Y aunque siempre me dejó con frases a la imaginación, hubiera preferido no tener que imaginarlas.
Toda esa telebasura a la que estuve expuesta, me enfermaron las esperanzas de pensar que toda la gente era buena en este mundo. Los casos donde el tema más vendido en la cajita parlante, era el abuso sexual de niñas, mujeres, niños, fueron chatarras venenosas que me hicieron crecer con miedos a las calles solas, a caminar por un terreno baldío, a tener que compartir tiempo a solas con una persona extraña, hasta tenía miedo de no poder gritar del terror.
Entre esas preguntas que no me atrevo a hacer están esas de ¿existirá alguna mujer que haya disfrutado de su abuso sexual?, y aunque mi pregunta suene incomoda ante lo socialmente correcto, donde se cree que las mujeres violadas, quedan traumadas para toda la vida y que se vuelven medias locas, muchas dudas acerca de esos nuevos mitos me pasan por la cabeza. Tal vez lo que menos necesitemos sean loqueros o psicólogos para curar el trauma, tal vez lo que se necesite sea no satanizar el acto mismo, que le da cierto sabor de exotismo a quienes gustan de ese tipo de prácticas proxenetas por el repudio o la condena de un acto ilícito.
Debo aclarar que estas dudas me han surgido de mucho tiempo atrás, incluso antes de leer al rabo verde de García Márquez, en el “Amor en los tiempos del cólera”, donde para mi gusto, refleja en su literatura una pedofília elegante y hasta bella; incluso el personaje que más recuerdo es una mujer que en sus tiempos de adolescente es violada y en su vida adulta se la pasa buscando a su agresor, pero no para vengarse, sino para ofrecerle su gratitud y amor.
Si el valor tan exacerbado que la cultura humana le ha dado a la virginidad femenina no existiera, otra gallina cacarearía, pero no, mis dogmas, mis tradiciones, mis costumbres y toda la sarta de cosas que mi medio social se encargó de clavarme hasta el día de hoy, fueron cómplices de esa teoría de sobrevaluar mi virginidad y supongo que ha sido el modelo que muchas mujeres hemos tenido que seguir. ¡Oh desilusión! ¡Oh tortura cruel!
Ya no es el pene agresivo, la cópula, el himen roto, las gotas de sangre, sino la condena social a la que se está sometida, al juicio humano tan desagradable de hacerte o convertirte en una aborrecible “victima”, esa imagen comienza a darme asco, y más asco me da por haberla sentido no alguna, sino muchas veces, cuando vuelvo la mirada a mi pasada autoconmiseración, me repudio.
El humor negro de Enrique Serna, me dio muchas puntadas, me hizo satirizar mentiras realizadas, abusos sin verlos como tales, inventar una que otra mentira a personajes reales en historias, que terminaron reclamándome “¿y tú que sabes de mi? ¡No tienes derecho a hablar así de mi vida!”, y ahora mi respuesta fríamente sería: sinceramente nunca me interesó saber lo que sentiste realmente, todo lo inventé, solo dejé de cierto, cosas evidentes.
Cuando leí “El Orgasmógrafo” de Serna, lo hice en un motel. Coincidencia o consecuencia de mi curiosidad, pensé que terminaría masturbándome con el libro pero no, realmente me dejó más pensativa que extasiada, el cuento central de este texto es homónimo, donde se narra una sociedad ficticia cuyo sustento es la cuota de orgasmos de todos los ciudadanos, un mundo donde se promueve la sexualidad en todas su formas de perversión condenadas en nuestro mundo real, pero alterada por una mujer cuyo delito es su virginidad y es encarcelada por ello, finalmente la terminan corrompiendo por el lado emocional.
Más molestia me causó José Agustín, en “Vida con mi Viuda”, donde no pude soportar sus breves descripciones de la secta a la que Kaprinski pertenecía y sus videos snob, lo que más susto me puede dar, es mi condición animal de salivar.
El tema de los abusos sexuales (y no sólo de mujeres), no lo he encontrado o visto desde otro panorama que no sea el de la condena jurídica, moral, religiosa, supongo que hay puntos no tocados, hay un abismo de dudas, de consecuencias no necesariamente traumatizantes que no se han estudiado, existe un mundo de secretos, de mitos, de temas incómodos, que ya no concuerdan con el exotismo de la “sexualidad abierta”, de esa sexualidad que tanto nos fascina leer o ver, aun se resisten a tocar por cuestiones culturales de temor, o salud mental, sin duda es un tema complicado, poco sencillo de abordar sin ser agredido con moralinas de cuello alto, o unas lágrima intermedias producto de la moral implantada, o del cinismo kitsch, o la incomprensible irracionalidad de “pasó y ya se me olvidó”.

Geisha

6 comentarios:

Bob dijo...

¡Demonios! ¡esto va mas alla de una simple chaquetita mental Geisha! es el grito de una mujer que va más alla de su tiempo.

Fernandina dijo...

Es esta, una de las cuestiones con las que nos confrontan en repetidas ocasiones. Siempre he sentido que es responsabilidad de cada cual marcar los limites y una obligación de todos, respetarlos.

La cara oscura de este placer la encontramos cuando nos enfrentamos a situaciones de abuso sexual, especialmente a menores.

Se trata de un aspecto bastante crudo de nuestra realidad socialy cultural...

Tan crudo, que me es dificil agregar mas.

Excelente texto Geisha, un abrazo.

Anónimo dijo...

El problemas es que aún no se ha entendido que toda, toda agresión a la persona que sea y venga de quien venga es de caracter sexual.

Geisha dijo...

¡Caramba!

Creo que estos temas no les gusta hablar. Pensé que me dirían que estaba loca o algo así.

Indigente Iletrado dijo...

No estás loca.

Cuando leí el Orgasmógrafo también me llamó la atencón el relato homónimo del que hablas. La extrapolación del sexo como mercancía de cambio como hoy día lo vivimos. Donde, ahora resulta, el pudor es la verdadera trasgresión.

Y sobre el resto. Creo que tu pregunta seguirá siendo válida en tanto existan diferentes perspectivas o enfoques, así que también es altamente posible tu planteamiento.

Siendo nuestra vida tan brave solemos olvidar que muchos de los consabidos dogmas sociales no siempre lo han sido. Si hoy es grotesco para muchos que linchen dos policías sabemos que hace algunos pocos años incluso los niños jugaban colgándose de los pies de los ahorcados para darles muerte más rápido.

Perspectiva.

Unknown Soldier dijo...

Una agresión siempre será una agresión... sea sexual o de cualquier tipo. Y sinceramente solo en las películas se puede ver a alguien que se enamora de su agresor.

Abrazos