martes, septiembre 26, 2006

Monche

Monserrat, tendrá cerca de dos años, su carita de infante es tan comparable con el mundo que la rodea, campo, aire, plantas, frío, pies de barro, belleza pura de un reino natural en medio de la sierra.

Cuando me vio en casa de su abuelita, se escondió detrás de la puerta de lámina de la cocina; mientras intentaba saludarla y hacer esas payasadas que los adultos creemos que les van a gustar a los niños, ella ponía su mirada por los orificios de la puerta para verme.

Siempre he creído que los niños son una maravilla de la naturaleza, empezando por lo increíble de su cuerpecito diminuto de unos setenta centímetros de altura.

De todo lo que conocí en Tlahui, Monche fue de lo más fenomenal, cada vez que pasaba cerca de mi, corría, se escondía detrás de la puerta o cerca de su mamá, como si fuera a robarla, y vaya que tenía razón en hacerlo, pues uno tiene esa manía de tocar o apropiarse (cuando se puede) de las cosas que le gustan.

Posó más de dos veces para la cámara, todo de ella me provocaba cierta fascinación, su forma de correr saltarín con huarachitos, sus dos colitas de cabello que se movían al ritmo de sus pies, su carita diáfana, sus ojos desvergonzados que miran sin restricción alguna y sobre todo su vocecita inocentona de habla mixe.

La tragedia infantil no pudo faltar, recargó su manita en el tronco de un árbol y un gusano horripiloso le picó en la palma que se le inflamó al instante, ella sin el berrinche común de los consentidos, se quejó con una carita fruncida por la molestia, pero no lloró y mostró su bracito con el asombro de algo increíble, de una mutación extraña que sufría su manita al no poder mover sus dedos curiosos de fetito.

Después del desayuno, Monche ya no me sintió tan ajena, cuando fue hora de despedirse, Zenaida, su tía, le pidió besito, ella sin objeción se lo dio encantada; abusando de su buena venia le pidió que me diera uno a mi también, por una extraña razón tampoco repeló, puso sus labiecitos salvadores en mi mejilla y como la redentora de besos en el lugar me sonrió, y creí haber conocído a la ternura en persona.

Geisha

7 comentarios:

Bob dijo...

Continuas y te lo agradezco, es una visualización increible de Monche, creo que despues de tus zapatos azules, amo tu sensibilidad.

Shadow dijo...

Jajaja pues no moje nada pero me encanto tu relato, lleno de sutiles detalles que al minimo parpadeo saturan con lindas imagenes mi mente.
ciao.

DR dijo...

MONCHE no es el post No.100??...me equivoco? o que pasa??....
desde el post 93 al de monche son 100...!!!!

Besos Hermosa!!

Diana

Anónimo dijo...

Es genial.

Cuando los niños se caen desde la azotea torciéndose alguna extremidad pero conteniendo la respiración siempre te dirán: no me dolió.

Y se van atrás de la casa para llorar como magdalenos.

Ah. Que chido.

Anónimo dijo...

Es genial.

Cuando los niños se caen desde la azotea torciéndose alguna extremidad pero conteniendo la respiración siempre te dirán: no me dolió.

Y se van atrás de la casa para llorar como magdalenos.

Ah. Que chido.

Horus dijo...

Me han dado unas ganas locas de abrazar a esa niña!

Raquel dijo...

El nombre de Montse me encanta. Si alguna vez tengo una hija asi se va a llamar.
Por cierto, SIEMPRE leo lo que escribes. Siempre. No siempre comento porque por lo general es siempre decirte que lo que escribes me encanta.
Aqui te sigo leyendo. Un besote.