Nací en los finales de un otoño y la entrada del invierno, un mes de octubre. He vivido gran parte de mi vida en un aislado pueblo mestizo y tradicionalista al sureste del país. Curiosamente ese mismo mes se celebra la fiesta de la comunidad, sólo he ido a una calenda en todo el tiempo que he vivido aquí.
Algunas personas me conocen, saben mi nombre sin que yo sepa el suyo, les doy el saludo obligado de las zonas rurales imitando su mismo tono pueblerino del “Buenos días”, “Buenas tardes” y “Buenas noches”.
Cuando papá se ahogó con su saliva, mi abuela nos corrió de la casa en el centro que precisamente se encuentra frente al panteón donde se enterró.
Quedamos condenados al olvido del campo, a la casa diseñada en terrenos baldíos por mi progenitor en sus inicios de arquitecto, vimos la milpa crecer con los años, a ver la tierra deforestada al paso de mi juventud, a olvidar esos panoramas de tierra fértil con dos cosechas al año; ahora solo hay una (y si es que la hay).
Vi derrumbar el cerezo donde se escondían los enamorados en las noches, caminé por los arados junto con mis hermanos que me esperaban porque mis pies pequeños que se hundían en los surcos de tierra.
Por mucho tiempo sólo tuvimos una vecina a la que siempre dábamos motivos perfectos para ser presas de sus chismes. Decía que mi madre andaba con muchos hombres, que mi hermana a los quince años había abortado, que mi hermano se iba a casar con una de sus hijas, y que yo era una flacucha desnutrida porque no me daban de comer (eso era cierto ¡ja!).
Veintidós años han pasado, mi piel morena se la debo a la calle sin terminales de sombra de árboles, mis sesenta centímetros de cabello a la búsqueda de una identidad cercana a los rasgos nativos de la gente, mi ligera notoriedad de michelines en las caderas y cintura se las debo al inherente gusto por los alimentos del prodigioso maíz, a los antojitos de tortilla recién hecha en comales de barro y cal, a las fritangas atiborradas de grasa, a los quesos, quesillos y lácteos.
Tengo una lucha interminable con la calle que me dirige a casa en verano, mi calzado nunca escapa al lodo o al polvo, y prefiero los zapatos de piso a mutilar los tacones de mis zapatillas, cuando los arriesgo a los golpes de las piedras y los automóviles me empapan de una nube de polvo, maldigo al municipio y a la falta de vecinos para pedir el pavimento.
Mis pies me describen, los choclos rosas permanentemente sucios demuestran mis interminables caminatas, indican mis momentos de descanso, de comodidad y dejadez antivanidosa…
Fuera del tema salió…
Algunas personas me conocen, saben mi nombre sin que yo sepa el suyo, les doy el saludo obligado de las zonas rurales imitando su mismo tono pueblerino del “Buenos días”, “Buenas tardes” y “Buenas noches”.
Cuando papá se ahogó con su saliva, mi abuela nos corrió de la casa en el centro que precisamente se encuentra frente al panteón donde se enterró.
Quedamos condenados al olvido del campo, a la casa diseñada en terrenos baldíos por mi progenitor en sus inicios de arquitecto, vimos la milpa crecer con los años, a ver la tierra deforestada al paso de mi juventud, a olvidar esos panoramas de tierra fértil con dos cosechas al año; ahora solo hay una (y si es que la hay).
Vi derrumbar el cerezo donde se escondían los enamorados en las noches, caminé por los arados junto con mis hermanos que me esperaban porque mis pies pequeños que se hundían en los surcos de tierra.
Por mucho tiempo sólo tuvimos una vecina a la que siempre dábamos motivos perfectos para ser presas de sus chismes. Decía que mi madre andaba con muchos hombres, que mi hermana a los quince años había abortado, que mi hermano se iba a casar con una de sus hijas, y que yo era una flacucha desnutrida porque no me daban de comer (eso era cierto ¡ja!).
Veintidós años han pasado, mi piel morena se la debo a la calle sin terminales de sombra de árboles, mis sesenta centímetros de cabello a la búsqueda de una identidad cercana a los rasgos nativos de la gente, mi ligera notoriedad de michelines en las caderas y cintura se las debo al inherente gusto por los alimentos del prodigioso maíz, a los antojitos de tortilla recién hecha en comales de barro y cal, a las fritangas atiborradas de grasa, a los quesos, quesillos y lácteos.
Tengo una lucha interminable con la calle que me dirige a casa en verano, mi calzado nunca escapa al lodo o al polvo, y prefiero los zapatos de piso a mutilar los tacones de mis zapatillas, cuando los arriesgo a los golpes de las piedras y los automóviles me empapan de una nube de polvo, maldigo al municipio y a la falta de vecinos para pedir el pavimento.
Mis pies me describen, los choclos rosas permanentemente sucios demuestran mis interminables caminatas, indican mis momentos de descanso, de comodidad y dejadez antivanidosa…
Fuera del tema salió…
Y empiezo a hartarme de todo esto, y empiezo a buscarme en algo diferente, y empiezo a planear la fuga, y empiezo a soñar que se me caen los dientes, que mi cabello es corto y que mi cara es otra.
El sillón en el que a veces duermo en las tardes me dice que necesito mi cama, los libros no leídos me escupen y echan en cara mi ignorancia, y la distancia se vuelve corta y la estancia se vuelve efímera, y el enamoramiento me hace sufrir más, que sin el, y la incertidumbre me da la certidumbre de tenerla como un infierno constante en mis nervios, y los olores y colores de este lugar en el que vivo, al que tanto amo; me dicen que ya no son suficientes, y la misma gente me repite que no saldrá de aquí, y me siento como en un lago, estancada, inerte.
A mi edad otros ya habían aprendido otro idioma, habían escrito libros, había conocido las ilusiones fuertes, yo sólo los admiro en letras sobre los brazos de la nostalgia.
Veo mi alrededor, encuentro conflicto, encuentro el aire enrarecido de inconformidad, de deudas interminables consigo mismo y con los demás; caminar en la noche en la calle solitaria, sin que los perros me molesten, ya no es suficiente para liberar un poco la carga, ya no sólo es estrés, sino empacho contenido de algarabía mezclada con hartazgo colectivo.
Geisha
11 comentarios:
Excelente todo tu post, me agrada por que me identifico en muchas cosas; pero voy a detenerme especialmente en el estancamiento, yo normalmente uso un recurso para escapar muchas veces de la dura realidad y es contar un chiste y así la evado. El papá le recriminaba a su hijo que a su edad ya George Washington sabia leer y el hijo le dice a su papá que a su edad ya él era presidente de los estados Unidos, jejeje es cuestión de óptica.
Saludos
José
Dear Geisha:
Me sorprende ver su realidad tan distinta a la mía, en un país tan distinto al mío.
Aguascalientes ha sido como un oasis en México, que progresa mientras otros se pelean. Aquí no hay una sola calle sin pavimentar, aquí casi no hay población indígena (o la que hay es importada), aquí hace años que no hay una huelga...y muy poca gente emigra a otros lados.
Sin embargo, el hastío no es exclusivo de un lugar...conozco gente de otros paises cuya máxima aspiración en la vida sería emular a Paul Gauguin, y dejarlo todo para irse a vivir lejos lejos de la "civilización", pero en lugar de ir a la Polinesia, venir a un pueblito de México, cerca de los nativos, cerca de los alimentos del prodigioso maíz, de los antojitos de tortilla recién hecha en comales de barro y cal, de las fritangas atiborradas de grasa, a los quesos, quesillos y lácteos.
C'est la vie...
Parece hastío, parece hartazgo, pero supongo que a de ser ocio también, si estuviera haciendo algo más, dejaría de estar pensando esto.
¡Buu! Tendré dos besos menos. ¡noo! Snif, snif, sigo triste.
Querida Geisha:
A veces es fácil sentirse único cuando, vacíos e indiferentes, los enemigos se dispersan cada uno a su guerra, tan íntima, que no es sino la única forma de paz que los adultos cobardes comprenden.
Descubrir que el sometido y el moribundo escudriñan tu corazón para herir, para morir matando quizás, es tan sencillo como contemplar las llagas que resultaron de nuestro Duelo.
Y saber - nada más obvio - que lo necio y lo presuntuoso habita en los que tienen voz en este mundo, como si lo mediocre se redimiese convenciendo a otros de su virtud.
Tal vez el "hartazgo colectivo" pase pronto... en caso contrario, te dejo un beso tan largo como tu cabello.
Amiga...
Es bueno conocer, vivir, disfrutar, otros lugares,otra gente, otro estilo de vida..pero aunque haya quienes hagamos eso en mayor o menor proporcion, volvemos al terruño de los recuerdos...
Ay Geisha, siempre me pone Ud. a pensar mucho, muchisimo y a imaginarla...me gustaria poder caminar con Ud. esos largos trechos y tener oportunidad de hablar de tantas cosas!
Que lastima que haya tantos problemas en los estados del sur...acá en el norte, a pesar de tener problemas de diversa índole, siento que estoy en una tierra privilegiada, a veces la sequía es impresionante, pero estos dias estamos disfrutando de una placentera lluvia, nos quejamos por las aceras cubiertas de agua que mojan nuestras zapatillas, portafolios y demas enseres diarios, pero esto NO es nada comparado con lo que padecen en otras partes!
Gracias a Dios vivo muy cerca de la Gloria!, no es exageración...
Diana
Me dió gusto que regresaras. Y de puro contento te redacté un texto que puse en mi blog, como está muy largo va en partes. La primera se titula Lilith.De Diosa a Demonio
Ey! siguiendo una linea de links, encuentro este blog. Muy entretenido por cierto, sigo leyendo.
Me encanto...as always.
Ignorancia? no...creo que de eso no padeces, Geisha...
Un abrazo.
Me encanto tu post!!!! k bonito escribes, eh!! jajaja =)
UN besooo :*
El artarse de la cotidianidad es sano, creo que de no darse seguiriamos siendo trilobites, el querer algo mas, algo diferente es igual muy sano, donde hay problemas es donde hacemos algo o dejamos de hacer, la vida es para actuar, trabajar, moverse, conseguir, alcanzar. No para vivir recordando o lamentando, el pasado esta en nosotros ya, el pasado es lo que eres ahora, la vida que me descrives es plena y perfecta puesto que es tuya y de nadie mas, es lo que hasta ahora te formo y con errores y malpasares ahora eres mas fuerte que nunca antes, mas madura y sabia, eso es para estar orgulloso de si mismo y celebrar. Así que no estes triste, un beso y abrazo. Espero leerte pronto.
Best regards from NY! »
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