viernes, julio 14, 2006

Rosita

Desde que vi la foto de Rosita me enamoré de su rostro, sentí esa empatía que uno suele tener por las personas que nunca conoces, que siempre ves, pero nunca te atreves a dirigirles la palabra. Me gustó su rostro porque de alguna manera la fantasía me envuelve y desearía ser ella, o por lo menos alguna de sus descendientes, que de manera simbólica (abusando de mi deseo y soberbia) me asumo como tal.
A veces largos ratos me quedo mirando la foto deteriorada por el tiempo y le encuentro una belleza infinita.
El viejo la recortó y casi me da un infarto cuando la vi en su cartera enmicada.
Se la he pedido prestada para mandarla a restaurar, él, aprovechando la oportunidad me ha mandado a hacer ampliaciones de las fotos de mi bisabuela y mi bisabuelo, eso ya no me agradó, pues compararlos con la chinita joven sería una aberración, arrugas contra un recuerdo joven de una mujer de 1930.


(No pude subir la imagen pero pueden verla por aqui:)

La historia comienza así…

Rosita fue el nombre con la que se autonombró al llegar a México, la esposa de uno de los comerciantes chinos que venían a administrar las propiedades de uno de los extranjeros que llegaron en las épocas de Porfirio Díaz, para construir las vías ferrocarrileras en todo el istmo de Tehuantepec.
La mujer extranjera tuvo la desgracia de tener un vientre inútil para su reproducción, deseaba ser madre, su deseo rebasó los celos y le dijo a su esposo: “consígueme un hijo”.
Supongo que fue más amor que calentura, Raymundo tomó a una sirvienta sana y hermosa para engendrar el deseo de la mujer que amaba.
Mis tías dicen que Aurora, la portadora del niño, (pero gestado en la ilusión de Rosita), vendió a un precio monetario al primer hijo de Raymundo.
La chinita, al tenerlo en sus brazos contempló la posibilidad de ser madre, pocos años duró su amor, cuando las malas lenguas envenenaron su estabilidad.
“Raymundo no te quiere a ti, quiere a la mamá del niño”.
Tal vez fueron tan repetitivos los cuchillazos de las palabras, tal vez había más infidelidades de su esposo, tal vez había problemas, pero en un arranque de ira, ella intentó huir con el pequeñuelo, Raymundo, exigió su derecho de paternidad, se percató de la huída y prefirió antes a su primogénito, que ha una madre que le arropase en su pecho deseado.
Rosita se fue del istmo, sin hijo, sin esposo, y sin ilusiones.

“Ella también es mi mami, porque por ella nací, ella me deseó, por ella estoy aquí”.
Dice el abuelo, y veo en sus ojos la nostalgia de un hijo al que le fue arrebatada toda una vida con su verdadera madre.

Geisha



Veneno, veneno, veneno… ese es el que arruina.

3 comentarios:

Unknown Soldier dijo...

Que historia tan conmovedora...¿Y qué fue de ella?

Indigente Iletrado dijo...

Me encanta indagar en el pasado. Aunque algunos suelan considerar su propia existencia algo circunstancial, incluso casual, no sabemos la sangre, el sudor, las lágrimas, la historia que está detrás de cada uno, de la persona de apariencia más trivial. No sabemos.

Venezolano1975 dijo...

Coño, Geisha se me pararon todos los pelos del cuerpo con tu relato, al saber de tu memorando me vi tentado a decir, noooooooooo dejes de escribir, pero me muerdo los labios es tu dedición.
que relato tan conmovedor, tantos recuerdos, tantas vivencias y este un medio propicio para poder plasmarlos y para poder disfrutarlas, alo mejor con los años estos escritos se conviertan en obras de arte, y mejor no sigo por que si no escribo un post, y este blog es tuyo.
Saludos
José