Cuando me siento a checar mis libros, ella se sienta en la sala y hojea una revista, nunca he intentado recomendarle alguna lectura, no quiero que me vea como una molona y prefiero, no molestarla u obligarla a hacer algo que no quiere.
Hasta hace apenas unos días me pregunté ¿por qué carambas somos tan parecidas y la vez tan distintas? Ambas no sabemos que pedo con nuestra vida, no imaginamos siquiera que vamos a hacer en el futuro, ni nos preocupa.
Intuyo que al igual que a mi, le preocupa el amor y anhela una pareja, pero no hacemos el mínimo intento por encontrarla, simplemente nos quedamos sentadas viendo pasar el mundo, haciendo las mismas cosas y tratando de no romper la rutina.
Nunca he hablado con ella en plan íntimo, es una persona muy noble, he llegado a pensar que le encanta hacer las labores del hogar, nunca la he visto con un mal gesto, ni molesta, siempre cuando intento ayudarla, me hace sentir que le quito parte de lo que ella es.
Le tengo cierta empatía, pues es de esas personas ligeras, que tienen una energía estable, nunca nos hemos enojado, cuando le regalo ropa la acepta y la usa, sin vergüenza, hasta la fecha me siento en deuda con ella, pues se ha convertido en parte de la familia y aunque suene culero, nunca le hemos dado un peso por todo lo que hace, pues sabemos que si lo hacemos sería apartarla del circulo familiar en el que ha entrado y remitirla a una servidumbre, cuando para mi mamá y a mi, nos parece algo ofensivo.
Chelo es hija del albañil que compone nuestra casa; la única queja que he escuchado de mi mamá sobre ella, es que ronca cuando duerme, de ahí, Consuelo es la persona más querida en la casa, porque ha cambiado la atmósfera caótica, en la hemos vivido durante mucho tiempo, mi mamá y yo.
El único secreto que le he descubierto, fue cuando un sábado, el muchacho que trae el agua de garrafón, entró a la casa para dejarlo en la cocina, ella se apresuró a sacar de su dinero, yo, me dirigí a la cocina y le dije que de una vez trajera otro, cuando volvió a entrar, Chelo le pagó y vi como sus ojos se estremecieron al ver a tan insulso orangután, cuando puso el dinero en su mano, una sonrisita la delató, yo simplemente me hice la mensa para no intimidarla.
Ayer fui a comprar pan para ella, porque sé que le gusta remojarlo en el café con leche, igual que ha mi.
Cuando le pido de favor que me peine, accede amablemente y sus manos parecen tan delicadas al tocar mi cabello, que me resulta un placer cada vez que me trenza, pues ella misma me ha dicho que le gusta hacer detalles en largas cabelleras como la mía.
Esta es Chelo, mi amiguchis, mi hermanuchis, la niña que vive en mi casa.
Geisha
(Supongo que no dejarán muchos comentarios, dado que hoy se me ha dado la gana de escribir un blog con la simpleza de lo no sexoso, ayer no pude subir el post, pero aqui ando de vuelta, por cierto un saludito a un querido lector que ha curado ciertas asperezas con una gasa de letras dulces ).
2 comentarios:
Acá en Guanajuato siento un hondo respeto por los batos que acarrean garrafones en los callejones. Siempre tienen que subir entre callejuelas retorcidas cargando hatsa tres garrafones en un viaje. Déjala, supongo que si fuese más simple, más feliz y tuviese más estrógeno me enamoraría del bato de los garrafones.
Lo que te sucede es como cuando comparto tiempo con mi cuñado. Pasamos horas en silencio uno al lado del otro, yo escribiendo o leyendo. El haciendo cuantas o leyendo el periódico. Y después de tres horas nos despedimos tranquilamente, sin embargo, sé que nos entendemos.
Es muy calido y humano tu post, tienes una linda abilidad de dar amor de una forma sincera y cariñosa, tienes una gran claridad en cuanto a la forma en que te percibes y percibes a los demas, no quiero sonar meloso pero te felicito por tus sentimientos.
Saludos
José
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