jueves, marzo 10, 2011

Flores muertas


Hoy es uno de esos días en los que siento que la locura puede invadirme en serio. Detesto confesarlo, pero a pesar de que mi producción literaria es constante, soy una pésima lectora. Suelo aturdirme con una idea por mucho tiempo y repasarla en muchos cuentos, hasta que termino hartándome de ella. Hablo del modo en que mis lecturas son elegidas por mis gustos y mis estados emocionales.
Hace unos días Italo Calvino me devolvía la esperanza de la ficción y lo inverosímil en el mundo, hoy Heinrich Boll me trae al borde del suicidio.
Odio el invierno, lo odio, y declararlo no hace más que ese sentimiento se acrecente en la medida que haya oídos para escuchar estas cansadas quejas.
¿Les he dicho que un poemario diminuto de Sor Juana me trae resitando todas las mañanas, desde agosto del año pasado?

Verde embeleso de la vida humana, loca esperanza... detente sombra de mi bien esquivo imagen del hechizo que más quiero... y no hay razón para nada de haber razón para tanto... rosa divina que en gentil cultura eres magisterio purpúreo en la belleza... Piramidal, funesta de la tierra, nacida sombra al cielo encaminada...

Pareciera que este invierno me ha vaciado, no puedo decir si ha matado casi todo, pero ahora me siento vacía, busco llenarme leyendo de manera voráz, río por malas bromas, veo películas antes vistas y cada vez que las vuelvo a ver busco mínimos pretextos para reír como lo hice la primera vez, como si la alegría fuera algo que debo conseguir pronto, no dejo de hacer ejercicio todos los días y comer estrictamente a mis horas, regular calorías y mucha agua, limpiar toda parte de mi cuerpo meticulosamente, cremas especiales para cada zona, aunque a simple vista soy un desastre para mi vanidad.
Las nimiedades de otros tiempos, ya no son tema que me importe repetir. Veo como la nieve se deshace con la lluvia, y cómo nuevamente al otro día una tormenta vuelve a poner todo blanco otra vez.
Anoche volví a soñar con el sol de Oaxaca, tomaba fotografías, exquisitas fotografías con esa luz única de la 'Tierra del Sol', arquitectura barroca de las iglesias, un niño cuya cara notaba conocida se apoyaba en bastones para caminar, polio en sus piernas.
Lo encontraba en un tren en el que dudaba entrar, pero al fin conseguía permanecer dentro por él y por el amor que emanaba de su rostro, ello me permitía entrar en el vagón.
Hay un miedo muy profundo, una confusión terrible que no me permite decidir. Quiero estar en casa, pero no para vivir mucho tiempo ahí.
Hoy el viento sopla, puedo sentir incluso como la casa vibra. Estoy cansada de escuchar la música de siempre...
Una voz aguda, sútil, canta, ¿es ópera?
Flores muertas en la nieve, esas flores se parecen a los girasoles muertos de la calle polvosa de mi casa.

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