lunes, mayo 25, 2009

La casa envejece

La casa está envejeciendo. La hemos dejado envejecer con pocos riesgos. Permanezco prisionera de una cárcel a la que me rehúso a salir. Vidrios rotos y sucios, en la puerta de entrada y en las ventanas. Mis ojos necesitan lentes. Miradas, visiones, son cuadros empañados y distorsionados. Los cristales me hacen ver mal y me invitan a la fuga.
La licuadora dejó de funcionar. Se acumulan los motores inservibles de recuerdos gastronómicos, secretos y recetas que mi mamá retomó, después de años de repudiar a la cocina.
Las tuberías de agua tienen fugas, como si esas fisuras fueran supurantes heridas que no cierran. Heridas que no coagulan, penas que se esconden en costras pero no sanan. Cangrena, cáncer, enfermedad psíquica, apariencia tranquila pero rebelión anímica.
La lluvia quemó un fusible hace unos días. Mi lap seguía encendida. Escribía con la luz de la pantalla y la penumbra entre el día y la noche. Pensé que en dos horas la pila se acabaría y si no habría electricidad en ese tiempo ¿qué diablos iba a ser de mi vida? ¿Caminar por el pueblo? ¿Enlodarme los zapatos? ¿Mirar como los terrenos baldíos se ocupan? Hacer eso, es reconocer el repudio que siento por este lugar, y esa gente que es parte de mí y no me atrevo a asesinar, porque le tengo miedo al suicidio.
Mi única ventana al mundo ha sido la línea telefónica que desde hace años falla. Mi hermano llegó ayer, vio mi desesperación porque no había Internet ¡demonios NO había Internet!, observó el cablerío viejo, la caja telefónica con telarañas, las entradas, alambritos deshechos y oxidados, cortó cables y los volvió a pegar con cinta de aislar, ¡El Internet se hizo!
Hoy fue a ver a sus amigos del pueblo, contrató a alguien para que quitara la hierba, sacara los escombros y tirara las toneladas de basura que nadie se atreve a desechar.
La primera reparación que hizo fue cuando encendió la tele de mi cuarto, buscó el control y le dije que no servía; pegó algunos alambritos, le puso pilas nuevas y diurex. Santo remedio. ¡Hermano, cuánto quisiera que me arreglaras así la vida!
En mi cama encontró la cobija vieja que papá compró. Heredé la nostalgia de los objetos, el carácter, la soberbia y el egoísmo de mi progenitor.
Emocionado le mostró a mi madre un barco de hojalata ¡carísimo!, que compró para su hijo, llenó su bombilla de agua, le puso un pedazo de vela encendida que calentó el agua y lo hizo caminar a vapor en el tanque de los lavaderos. Fue un ritual extraño, lo vi observar el juguete, vi enseñárselo a su hijo. ‘Papá me regaló uno igual cuando era niño, lo encontré en Puebla como reliquia artesanal’.

¿Sigo con la lista? Un refri de escarcha sin foco, una tele que ha ratos se le va el audio, un estereo que ya no lee cidis, una vhs que todavía sirve, una estufa con una hornilla rota, una alacena vieja con bases hundidas. Si algún ladrón entrara a mi casa se arrepentiría de hacer cargas innecesarias.
Ningún utensilio nuevo. Todo reciclado. Detesto la ecología de la necesidad.
Darío tiene una facilidad para entrar a mi vida sin siquiera pronunciar una palabra, amo a mi hermano, todas las veces que llega a casa revisa mi cuarto, mira fotos, lee escritos, abre cajones, pero lo maravilloso de esto es que nunca me hace preguntas. Me molestan las preguntas.
Sabe de qué no hablar conmigo, invita los cigarros, sabe mentir y sabe también, que yo soy la hermana alcahueta que conoce sus mentiras. Ambos tenemos la misma piel, la misma forma de las piernas chuecas y flacas. La misma palabrería discreta y exhibicionista.
Ojalá Darío pudiera golpear a todos esos hombres de mi vida. A todos, buenos y malos, romperles la cara, patearles el culo, ponerles un cañón en la cabeza, asustarlos un poco, fantasías ilusas, porque soy demasiado buena persona para hacerlo. Lo puede hacer, pero su cara de debilidad, su sensiblería e inteligencia de un primate, lo hacen elegantemente violento.
La última composición del día fue preparar la mamila del bebé. No hay cosa más bella de él, que siendo un culero, malandrín, hijo de la chingada, es que con sus manos toscas, su cara de matón y mirada golpeada (así como la mía), se comporte como una persona templada. Tal vez realmente lo es.
La casa siempre es otra cuando vuelve él.

7 comentarios:

AnarquiStar dijo...

Mirá que...

Mi casa tiene las mismas fugas, los mismos aparatos inservibles, reliquias obligadas de gente que me enjaretó sus cosas para arreglarlas y nunca fue por ellas a sabiendas de que eran basura estorbosa...

Sin embargo, eso es poco -como dices tu -comparado con las fugas existenciales, la basura que emana de nuestra mente y la que no nos atrevemos a tirar... Eso nos hace inútiles, tanto que no nos atrevemos a pegar unos alambritos para que la resistencia que calienta las cubetas de agua sirva o para no darle de madrazos a un DVD para que pueda leer el dichoso disco... O mínimo ponerle la tapa lateral al CPU para que no se le meta el polvo...

Pero dentro de todo, adoro a mis hijos... Ellos me hacen recoger la casa cuando los veo, me hacen tener la soberbia y orgullo necesarios para comprarles cosas a sabiendas de que me voy a quedar sin tragar, arreglarles sus juguetes o comprarles una piñata y un pastel para su fiesta de cumpleaños... Pero es el riesgo que corro porque no los veo seguido, no los veo como yo quisiera... O simplemente, no los veo...

Me haz tocado, mi Geisha...

Cheers...

La Guera Rodríguez dijo...

Mi Geisha...

Me ha emocionado mucho su post, será porque mi sensibilidad se ha expuesto ultimamente?

Creo que necesito un hombre en casa...soy una inutil,no se hacer nada de lo que un hermano, un compañero puede hacer para parcharnos la vida.
Necesito una reconstruccion total.

Abrazos!!

El Loco Vagabundo dijo...

Por primera vez en un buen rato me he quedado sin palabras, con respeto El Loco.

Effe Montesdeoca dijo...

Eeehhhh... muy íntimo, muy cotidiano. Me gustan tus escritos.
Suenan a que sí, a que eso que dices es. Vívidos (y vividos)

Un saludo.

Geisha dijo...

Anarkista

Los niños, son lo mejor de este mundo yo adorooo a mis sobrinos.

Saludos Loco

Dianita

Pues no se frustre aprenda a hacer las cosas sin necesidad de un hombre.

Fernado:

¡Wouuuuu! es un honor tenerlo por aquí estimado maestro, de verdad, muchas gracias por pasar a dejar unas palabras a este su humilde espacio. Nos vemos en el taller.

Saludos, abrazos y besos a todos.

Lover dijo...

Es que en todos lados hay que imponer el respeto ajeno a la escuela divina del poder universal azar.

Cuidar a los niños, para que cuiden a los ancianos.

Sahur Spinozza dijo...

Las cuatro paredes pueden ser mortales si no encuentras un escape a la inactividad que te rodea