Hace tiempo vi como una parejita en pleno andador turístico tenía reacciones comúnmente raras. Desde mi taxi pude ver como la muchacha y el joven que la acompañaba, iban un tanto indiferentes.
El tipo, pongámosle como nombre ‘D’, se paró frente a un carrito de hot dogs, preguntó cuánto costaban; sin ganas de ser amable el encargado respondió que quince pesos, D regateó pidiéndolos a diez pesos, para ese entonces pude comprobar que estaba borracho, porque su habla gangosa lo delataba.
D y la muchacha, a la que le daré el nombre de A, se quedaron frente al carrito esperando a que el cocinero pusiera la salchicha en el asador, pero éste no ponía nada, ella musitaba algo a D, tal vez pidiendo evitarle la vergüenza de regatear.
D volvió a regatear, y el cocinero con una cara de desprecio le dijo que se fuera dos cuadras abajo, ahí los encontraría a diez pesos. D le preguntó a A si quería comer un hot dog, ella dijo que no, él volvió a insistir y ella volvió a decir que no.
El cocinero puso la salchicha en el asador, D escupió el chicle en el piso de cantera, A le dijo con tono de chavita fresa: ‘oye, no tires el chicle en el suelo’. Acto seguido, la mujer levantó el chicle y lo tiró en el bote de basura que estaba a unos pasos. D, la observó maravillado.
El cocinero le dio el hot dog a D, él pagó con cambio, dio algunas mordidas y le ofreció a A, que mordió el hot dog solo para complacerle, D volvió a comerlo y le hizo señas para que A comiera, ella se negó, D tiró el hot dog, la mujer volvió a refunfuñar, esta vez con un tono de voz parecido al de una mamá regañona: ‘oye, NO tires la comida’.
En esos segundos me temí que D fuera a golpearla, me preparaba a salir del taxi por si la discusión comenzaba a ponerse caliente, pero tal vez no hubiera sido el único, porque para ese entonces, las personas que estaban cerca del carrito de hot dogs, ya miraban a la pareja en plena lucha silenciosa e inofensiva.
A y D se miraron, ella le dijo algo en voz baja, D levantó el resto del hot dog mordido y lo tiró al bote de basura, seguramente A le ordenó que lo levantara.
D le tomó del brazo y le señaló el bar que estaba en la parte sur el andador, A respondió a un volumen en el que incluso pude escucharle desde mi carro ‘no, me quiero ir, te tengo que ir a dejar, tu familia va a pensar que estas tomando conmigo y no es así’, D respondió: ‘a mi familia no le importo, acompáñame’, y la jaló del brazo, ella se resistió y dijo que no iría, él caminó unos cuantos pasos con dirección al bar, A se quedó mirando como D avanzaba. Decidió al cabo de unos segundos irse en dirección contraria. No volvió la mirada.
D se detuvo, quizá esperaba que la mujer estuviera detrás de él, giró la cabeza, pero A ya caminaba del otro lado y no volteaba.
El show terminó, la tensión de un hombre y una mujer se había desatado por dos voluntades en desacuerdo. Arranqué mi taxi y me sentí feliz por seguir soltero.
5 comentarios:
órale...
Hé vuelto y ya tienes tu link!
Saludos paisana!
como que medio no entendí...tienes un taxi?..o es una historia de otra persona..? bueno, me confundí porque siempre ( o casi siempre) escribes cosas de Ti...
Besos Hermosa..!
Aclaración querida Mayte, por eso es temporada del 'gobierno de la vagina', porque escribo relatos más de tipo narrativo que de bitácora, ahora hice el relato desde la visión de un taxista. Muchos de los escritos que he hecho han sido en primera persona, pero eso no quiere decir que todos sean totalmente ciertos, hay partes de verosimilitud.
Un saludo.
Ja. Concuerdo con el señor taxista de tu relato ficticio pero delicioso.
Cuando uno ve escenarios así, numeritos así que incluyen a una pareja cuyos miembros están disgustados u ofendidos, se extraña -o se agradece- el hecho de estar soltero.
Pero luego cuando se encuentra uno con una pareja en la parte más melosa del día, se extraña -o se agradece, igual- el hecho de tener pareja.
¿No?
Bienvenida. Gracias por tu visita.
Me encanta el cumpleaños de la Nalgonaaaaa. Eres deliciosa.
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