¿Por qué hundirnos en silencios rotundos? Si pudiera contestarte te daría besitos de palabras, llenos de tajantes pleonasmos.
Repetición de lo que ya sabes, cuidando decirte alguna verdad traviesa que escape de mis labios.
-Dime qué te dijo Denis, ¿por qué no quieres decirme el chiste?
-No te voy a decir, no te voy a decir.
-Anda dime, si no, te hago cosquillas aquí (en la axila).
-No, ya te dije que no te voy a decir.
-Anda dime, anda dime, anda dime, han pasado cuatro meses y no me quieres decir, y apuesto que es una mamada.
-Si, es una mamada.
-Entonces dime, anda dime...
-A ver, a ver, a ver, ¿te preocupa lo que dijo Denis respecto a ti? ya te dije que no te va a pelar.
-No, me causa más curiosidad ¿por qué tú no me quieres decir?
-Cogeme y te digo... por cierto, últimamente has rendido poco.
-¿Es reclamo?
-Claro, que es reclamo.
-Ponte encima de mi, estoy cansado.
-Ah, más chingón tú, que me canse yo, pero pensándolo bien... bueno, esta bien.
-Anda dime, anda dime, anda dime...
-¡Ash! Me cortas la inspiración...¡ah, ah, ah!... “¡Llégale Liliana, tú estas enamorada de *****o!”, eso fue lo que dijo.
Y no puedo negar, que esa vez me di cuenta que tenía algo o mucho de verdad, ya no me quejé más, sin darme cuenta dije las palabras mágicas, para prolongar el placer más allá de mis reclamos.
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