lunes, junio 13, 2011

Antes de irme

10 de junio de 2011

Existe una atracción mediática por retratar las odiseas, aventuras y los sucesos que los inmigrantes ilegales (latinoamericanos en su mayoría), pasan al cruzar la frontera para EE.UU, en películas vemos con gracia esas historias y por otro lado, en las noticias vemos con tristeza cuando reportan cuerpos de personas que han muerto en tan peligrosa empresa.
Hoy volví a ver a mi tía Carmen que es como mi abuela, la última vez que nos vimos ya tiene cerca de diez años, ella cruzó la frontera cuando tenía casi setenta años y hoy me ha dicho que caminó por el desierto casi 12 días, su experiencia fue una de las tantas que he escuchado con una admiración al riesgo y a la supervivencia, y mi admiración es doble hacia ella por arriesgarse a hacerlo a su edad.
Ella es una mujer con un aguante admirable, desde que soy muy pequeña la recuerdo siempre buscando qué hacer, iba a cursos de cocina, cursos para estilista para aprender a cortar el cabello, aprendió a coser casi a los cincuenta y siempre he admirado su inteligencia y terquedad para hacer las cosas, sin duda tiene muchos defectos el más característico es hablar y gritar demasiado, pero creo que sus virtudes son más grandes y una de ellas es la capacidad que tiene para ser una mujer productiva.
Mi tía-abuela tiene 76 años, y aún así añora regresar a su casa en Minatitlán Veracruz, vive en Carolina del Norte y odia no tener la independencia que tenía en México, Estados Unidos no es un país de peatones, poseer un carro y saber manejarlo es tan indispensable como tener agua, comida, electricidad y calefacción en este país; ella por supuesto no sabe manejar, ni tiene carro y depende de otros para ir a hacer compras, porque el lugar donde vive el transporte público e incluso el servicio de taxis, es inexistente.
Yo sé que ella no va a regresar a México, su único hijo y su familia estan de este lado y aunque ella lo desee, es una posibilidad remota que pone en riesgo su salud y la compañía de su familia.
Ayer la acompañé a trabajar, ella va dos veces por semana al campo a cortar blueberries, por cada dos galones de estas frutitas diminutas se pagan 5 dólares, ayer sólo hicimos 8 cubetas en dos horas, ganamos 20 dólares, ella me dio los diez dólares que correspondían y yo no fui capaz siquiera de tocar ese dinero, me hubiera gustado ser yo la que pudiera darle más recursos para hacerle la vida más cómoda y comprarle la televisión de pantalla plana que quiere.
Gran parte de mi familia materna ha emigrado a este lado, todos ilegales y aunque son gente muy trabajadora y se han hecho con mucho sacrificio una vida más cómoda en EE.UU, no dejan de ser un sector desprotegido, y digo desprotegido porque al no tener papeles los riesgo son altos, el simple hecho de manejar sin traer licencia de conducir puede ser motivo de ir a la corte, además de que te quiten el carro y pagar muchos dólares de multa.
Es fácil creer que todas las personas que deciden cruzar la frontera y obtienen un trabajo, tienen más posibilidades económicas, pero nadie sabe del sacrificio puesto tal odisea, hasta que lo vives como migrante, hablo de ello porque soy inmigrante, llegar a un país donde no dominas el lenguaje, dónde no conoces la cultura y dónde desafortunadamente desconoces muchas de las leyes y regulaciones (sin contar con las leyes anti-inmigrantes en algunos estados), te hace estar una total desventaja.

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Hoy es 13 de junio, me quedan 2 días para salir del país. Regreso a casa consciente de lo que voy a encontrar, no es nada que no conozca, y apuesto que tampoco habrá nada de lo que pueda sorprenderme, porque respirando mi aire, viendo con los mismos ojos sin que se queden ciegos, y oyendo las mismas melodías sin que mis oídos revienten, me habré de dar cuenta que ese día que pise mi tierra, será como un día de tantos para corroborar que nunca me fuí.
He disfrutado mis últimos 28 días de vacaciones en EE.UU haciendo lo que no hice en doce meses de trabajo ¿cuál era mi trabajo?: vendí mi atención y di amor gratuitamente a dos seres hermosos.

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Fui con mi abuela a la playa y me divertí como niña con ella, fui con mis primos a un parque de diversiones y una de mis tías se ha encargado toda esta semana de alimentarme para que no llegue flaca a Oaxaca, nunca he estado flaca pero las malas comidas de un año se notan en las nalgas y la panza escurrida.

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