Películas que a él le encantaron y yo desde un principio odié. Le sonreí sin mucho esfuerzo y él correspondió, sólo cruzamos unas cuantas palabras y eso fue todo, pero el tipo llamó mi atención.
Realmente Gustavo es feo, uno de los hombres más feos que conozco, con una nariz judía y un cuerpo esquelético, pero me gustaba por la simple razón de ser una bicho raro.
Algunas veces me atrae lo que más odio y lo que más odio, muchas veces es lo que soy, justamente el gusto desmedido por el cine y una profunda incomprensión para lo simple.
Lo admiré cuando supe que había dejado su vida en el norte del país para viajar al sur, sabíamos que él era de las personas extremas, enfermas, un devorador de libros, películas, pero vacío y sin mucho tacto para socializar.
Poco a poco fui descubriendo cosas, de la primera que me enteré, es que él habría jurado no volver a acostarse con una mujer a la que no amara.
Yo había llegado a una conclusión parecida, sin que pudiera lograrla con mucho éxito. Quería dejar de acostarme con hombres a los que no amara por lo menos una pizca.
Más de una vez no tuve inconveniente en pagar sus cervezas, invitarle a comer, o incluso llevarlo sano y salvo a su casa, soy capaz de pagar por un hombre que me sea lo suficientemente interesante y él me parecía serlo.
Una vez tomé su mano para leer algo sobre él, pero era tan vacía, tan libiana, tan inexistente su energía, que de inmediato, retiró su mano de la mía y me catalogó como una mujer idiota, lo vi en sus ojos y en su constante rechazo hacía mí en las siguientes ocasiones.
Verlo me provocaba una sensación de un carro que no enciende, da marcha, pero el swicht no lo hace arrancar.
La última cosa que oí de él por mis amigos, fue que se mataría a los 40. Cualquiera podría reírse de él, pero hay gente que es capaz de hacerlo.
Gustavo tiene un orden estricto en su vida cotidiana, sabemos que lee a la misma hora, que se fanatiza con escritores de un pesimismo filosófico moderno que a mis ojos y mente, también se me hacían insoportables, igual que Reygadas.
Hoy pensé en Gustavo. Pensé en él porque cuando tomé mis maletas sabría me daría la oportunidad de fracasar, igual que él, y del sur me fui al norte.
Pensé en Gustavo también porque me despedí mientras él bebía mezcal y yo un vaso de tejate, en medio del vacío, de la soledad absoluta, del silencio, de la inmersión entre los libros de autores que no soportaba, un hombre sin pedírlo ni preguntarlo, me dijo que en mis ojos no podía ver nada, que sólo reflejaba un vacío insoportable, y tengo miedo de ese orden estricto, de esa insoportable sombra de Gustavo caiga mí.
3 comentarios:
Hay algo mal aqui?
Manten los ojos abiertos. Ésa sombra suya puede caer. Pero si la ves, estarás bien -o al menos tendrás chance de estarlo-.
A Gustavo recomiéndale mi blog: ir.pe/lasmentiras
saluos!!
(aqui no hay nada mal, al menos no desde aqui)
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