‘Mi hija está haciendo de su vida un papalote’. Eso dijo mi madre la última vez que la vi después de mi viaje por Mérida, por más de diez días. Visité muchos lugares, me caí, regresé negra a la ciudad y con un poquito más de grasa en las nalgas y la panza, tanta deliciosa cochinita pibil causó estragos, pero me hizo muy feliz.
La metáfora me ha gustado, he pensado en los papalotes, en lo frágiles que son, en su belleza, en la emoción de su construcción, en la dictadura y dependencia de un hilo conductor, pero siempre a disposición de la corriente del aire.
Recordé que yo siendo una pulga y mis hermanos unos niños, volábamos papalotes frente al inmenso campo de nuestra casa, estos terminaban estrellados en medio de hierbas secas de la milpa, a una distancia que mis cortos pies de infanta, les parecía eterna.
Cuando iba en quinto de primaria nos dejaron hacer un papalote de tarea, tomé los primeros palos chuecos de un árbol que encontré y un papel china rojo, crucé los palitos, hice unos amarres horrendos y la apariencia de lo intentaba ser un papalote, indicaba ser un objeto declarado como todo un fracaso en las leyes de la física y aerodinámica del aire. En ese entonces vivía con una de mis tías, la más cascarrabias, en cuanto vio que ese horrendo objeto iba a ser entregado como mi tarea, puso el grito en el cielo; ja, ja, ja, no sé de donde sacó carrizos, un nuevo papel china y en dos minutos me hizo un nuevo papalote, con una estética superior y una aerodinámica más funcional.
No recuerdo qué hice con el primero, pero después me dio tanta vergüenza enseñarlo, que supongo terminé destruyéndolo, ese día llegué a la escuela contenta, con un papalote decente y aunque mi papalote no era el más bonito, mi tía la ogrito, me lo había hecho, justo esa ocasión la maestra ni siquiera se tomó la molestia de calificarlos.
Nunca más volé un papalote, nunca más hice uno.
Como ese primer papalote que construí, estaba acostumbrada a no pedir ayuda, en el kinder y en la primaria mis maquetas eran las más feas de todos los niños, en primero de primaría mis cuadernos tuvieron que ser restaurados por mis tíos, y no había día que la maestra, no les dejara una nota para avisar que mis tareas eran asquerosas y debían ser revisadas por mis responsables.
Esos años fueron realmente fueron tortuosos, odiaba la escuela y mi mamá nunca se explicó porqué no reprobé.
Ahora ya no soy una niña, y en efecto, hago de mi vida un papalote, horrendo o bonito, con palitos chuecos o derechos, eso ya no lo sé, pero si con plena consciencia de que uno es un ser ínfimo, en medio de una corriente muy poderosa que se debe aprender a llevar, nunca intentar dominarla, porque eso es como sentirse Dios y para una mortal como yo, no le es posible.
Hubo veces en que los papalotes caían en la milpa después de un esplendido vuelo, hubo otras que la corriente era tan fuerte que se desprendían del hilo y tampoco sabíamos qué pasaba con el papalote rebelde, otras más en que el papel se rompía, también hubo ocasiones que encontré otros papalotes atorados en los cables de electricidad.
La vida debe ser una obra indescriptible, aunque en su evolución tengamos que parecer objetos extraordinarios que mueren en instantes.
Sin duda la metáfora de hacer de nuestra vida un papalote es bonita, pero siendo sinceros y pensándolo bien, prefiero que no ser comparada con estos objetos. Creo que prefiero saltar del bongy o subirme a la montaña rusa.
Aún así ¡Qué puto miedo!
7 comentarios:
pues que bonito relatoy sí es cierto... en la vida tenemos que afrontar muchas cosas y ser valientes!
Hombee! no te preocupes el fin de los tiempos esta cerca y el nuevo reino de los cielos será instaurado, no habra hambre ni tristeza, solo felicidad y dicha!
Sera hermoso!
Esta en las revelaciones! Solo espera hermosa, solo espera! Èl vendrá!
Hola Mi Geisha!
Fijese que en mi ciudad a los papalotes les dicen "huilas" (no sé porqué) pero lo chusco del asunto es que cuando aún actualmente, aparece de repente volando algún papalote, algún chiquillo inocentemente grita: Mira! una huilaaaa!!...y los adultos que escuchan, presurosos voltean a todos lados esperando morbosamente ver aparecer contonéandose a una ramera.
Asi que como aqui les dicen huilas, pues si, yo también llegué a volarlas y a ayudarles a mis hijos a fabricar las suyas...El ultimo recuerdo que tengo de las famosas huilas es que acompañé a Al hace meses a buscar afanosamente los carrizos largos, finos y resistentes para hacer las huilas de sus hijos, para luego buscar un lugar despejado y echarlas al vuelo...
Aaash...me recordaste muchas cosas =S
besos!
Tu entrada me recordó a aquel hombre que empezó y terminó su carrera de pintor porque al dibujar una serpiete que se había comido un elefante le decían que era un sombrero.
A fin de cuentas era tu papalote chueco, feo o como fuera
Mejor que digan eso de que haces de tu vida un papalote a que dijeran que no hiciste nada de tu vida :)
Un saludo, disculpa si dejé pendediente lo que te comenté espero se concrete pronto
Saludos
Javier:
Sí, ¡a la carga mis valientes!
Decadente:
Fui a misa todos los días santos!!
Diana:
Uno cuando mira al pasado encuentra tantas cosas... que así hayan sido malas, ahora ya tienen algo de bueno.
Monse:
Pos si es muy mi vida!! yeah!
Gracias linda sos un amor.
La comparación con los papalotes me ha dado mucho qué pensar. Yo pienso que tienes razón. La vida es así, indescriptible... debe ser porque habría que hablar de una vida a la vez para intentar comprenderla ¿qué crees?
En mi caso una sola cosa es la que me parece certera: que aqui he sido puesto para aprender y enseñar. Por eso vivo. Por eso escribo. Y por eso vengo.
saluos!
(un abrazo a la distancia, te me escapaste en el messenger justo cuando te iba a leer)
Son los momentos de la vida en que lo desafiamos todo, en que nos lanzamos al aire como Huilas :P
Acabo de descubrir tu blog y me ha gustado mucho.
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