Hace unas semanas envié un escrito, para ver si era seleccionada a un taller de narrativa, impartido por el escritor Guillermo Fadanelli. No fui aceptada.
Me esmero en pensar que en mi afán de escribir ‘algo nuevo’, y el tiempo que dediqué en escribirlo, fueron motivos suficientes para que ocurriera lo ya esperado, el escrito era conscientemente malo.
Pablo, uno de mis amigos, coincidía con el juicio, tenía muchos defectos y descripciones innecesarias. Le comenté que estaba haciendo ese cuento nuevo para poder entrar a un taller de narrativa. De antemano ya sabía que a él no le agradaba leer a Fadanelli, cuando le dije que dicho escritor era quien lo impartía, su reprimenda fue: ‘no pierdas tu tiempo’.
Días después me enteré que no había sido seleccionada, me extrañó aún más, que otro compa, que tiene más experiencia en la pluma, tampoco fuera de los ‘elegidos’.
Por obra de la casualidad, en la presentación de un libro de Leonardo Da Jandra, me encontré a Omar, un amigo que trabaja de encargado de la biblioteca del CASA, lugar donde se iba a impartir el curso. Le comenté mi situación, él me alentó a que fuera, me dijo que de las 25 personas esperadas sólo llegaron 21 en la primera sesión, así que la siguiente semana me aparecí.
Ahora me parece gracioso recordarlo, pero ese primer sábado, era un escupitajo de miedos y temores a ser echada vehementemente del lugar. La casualidad más peculiar, es que ese primer sábado, me senté al lado de una mujer, cuyo temblor en el cuerpo era perceptible, con ella fue con la primera que crucé palabra y me sentí menos nerviosa. Amparo, tampoco había sido seleccionada.
La sesión transcurrió con largos monólogos de Fadanelli y Da Jandra, sólo algunos cuantos acertaban a controlar su nerviosismo y se arriesgaban a decir cualquier barbaridad que los hiciera ver inteligentes. Siempre es difícil, estar ante dos ‘intelectuales’ y mucho más difícil entablar un diálogo con ellos, sin que después refuten lo que tú has dicho, y te digan implícitamente en su lenguaje subversivo y elegante ‘estúpido’.
Debo admitirlo, tengo cierta afición a decir barbaridades sin darme cuenta, esa vez no fue la excepción. Al termino de ese día, me acerqué a Fadanelli, con quien me presenté y le expliqué mi situación, él me dijo en tono amable que regresara cuando quiera. Le conté esto a Amparo; con ella no habían sido tan amables.
A últimas fechas, me he dicho que es importante seguir aprendiendo así sea por medio de putazos intelectuales, esos me los aguanto por ignorante; lo que no conté fue con los putazos de género, no soy feminista, pero si algo me choca en un hombre es que se iguale conmigo.
Descarté el comentario de Pablo de la pérdida de tiempo, y cuando me lo encontré en la red, le dije que había entrado al taller por cuenta propia, él con un tono muy culero me preguntó, si ya me había acostado con el escritor (de no ser porque no llevamos pesado y es uno de mis grandes amigos por la red), le hubiera contestado con un insulto, no lo hice, de algo sirvió no enojarme, porque me hubiera perdido de que me platicase una de sus peleas intelectuales.
Pablo me contó en un encuentro de escritores, en su tierra, le hizo un ferrea crítica, ‘era caduco hacer lo mismo desde los ochentas y seguir escribiendo como adolescente a los cincuenta’, Fadanelli, molesto (eso me dijo mi amigo), le preguntó si él era Borges, o quién para andar de hablador, probablemente era sus lectores que se masturbaban con sus libros, Pablo obviamente emputado por la respuesta, y seguro de su tono prieto y su 1.80 de altura, le invitó a salir de la sala y arreglar la disputa ‘posmoderna’, a punta de chingadazos.
Nunca había reído tanto frente a la pantalla, al leer tal relato de mi amigo cibernético. Creí un tanto exagerada la anécdota, pero el mundo da muchas vueltas, y tuvo que ocurrirme algo parecido a mi, para que entendiera que lo que me contaba Pablo no era del todo descabellado.
Este último sábado el tema fue: ‘Literatura y política’, teníamos a un invitado nuevo, Alejandro Páez, directivo y escritor de la revista ‘Día Siete’, entre lo misceláneo del tema, hubo tiempo para discutir la incursión de los blogs, como nuevas formas para informar a la gente, sin tener que ser periodista prestigiados.
Fadanelli, Da Jandra y Paéz discutían, unos pocos compas, dijeron algo que no recuerdo, hasta que mi gran bocota tuvo que abrirse. Comenté que la nueva ola de leer blogs, era un efecto provocado porque los medios, no habían tomado como activo al lector, quien podría opinar y discutir directamente con el escritor de un blog, se me ocurrió decir que también había una nueva moda de blogs famosos, super leídos por su índole sexual, escritos por mujeres de una manera muy cínica. Fui interrumpida cuando mencioné algunas direcciones, Fadanelli y Da Jandra, en broma agregaron apropiándose de mi voz ‘y con esos me masturbo’. Todos rieron. ¡Lo que me faltaba!, ser objeto de burla soez, acepto que me corrijan cuando digo barbaridades, pero esta vez no lo hacía, por un momento me acordé de Pablo, yo no tengo el 1.80 de altura, ni los puños prietos para invitarlos a salir de la sala y arreglar las cuestiones de honor pueblerinas, a punta de chingadazos.
Aguanté vara, no fue motivo para enojarme en ese momento, pero si fue motivo para que me pusiera a reflexionar sobre el asunto. Me parecía paradójico que ellos mismos pregonaran que las ‘plumas no tienen sexo’, esta vez si la tenía, y a la que habían atacado con una interrupción soez y sin trasfondo, era a mi.
Desde hace años he manifestado mi desinterés por el feminismo, pero esta ocasión tuve que replantear mi papel. Finalmente es muy mi pedo si me masturbo o no con los blogs que leo. Y también muy mi pedo, si soy de esas blogueras que publican cosas de índole sexual y hago que mis lectores se masturben con lo que escribo.
El tiempo, la historia de la literatura lo han constatado, las mujeres a pesar de ser veneradas en los personajes de los escritores masculinos, su contraparte se muestra, porque no dejamos de ser las putas sin cerebro; ya era de esperarse que me salieran con una mamada así.
De todos modos, en esta ocasión no puedo hacerme la digna. Como ocurrió con Pablo primero con su pregunta, y luego con la interrupción soez de los escritores, no puedo darme el lujo de no ir al taller, uno nunca se sabe que tanto puede aprender con lo que no se está de acuerdo y cuanto puede hacer para cambiarlo.
Algo aprendí al no estar a favor en muchas cosas, que dicen y pasan en el curso de narrativa. Creo que ahora mi manifiesto, será decir más barbaridades, escribir más, leer mucho más y limpiarme el cerebro de puta que tengo, ni modo, nací mujer y así me voy a morir.