Llegas diez minutos antes a la cita. Aceptas que lo bueno de haber vivido con gringos es aprender a ser puntual, a no prometer milagros y ser lo más sincera posible.
Eliges tres plumas de cada color, tres rojas, tres azules, tres negras. Cuatro distintos colores de marcatextos y puñito de post-it, añades un par de tijeras, un portalápices, tres portaminas, dos borradores, un prit, un bote coqueto con clips de colores e imán para sostenerlos y una libreta de cuadros.
Ves con encanto el primer escritorio negro empolvado de carácter laboral, que has tenido en tu vida. Te sientas en una silla sucia, tal vez manchada de yogurt por el anterior empleado, debajo de la mesa está el cpu de tu computadora de escritorio, hace ruido y tiene un teclado al que no le funciona la barra espaciadora.
No pasan ni quince minutos para que el encargado de arreglar los desperfectos se lleva el cpu ruidoso, lo arregla para que no haga más escándalo. Cuando intentas escribir, te es insoportable que la barra espaciadora no funcione con un toque suave. Lo reportas. Quince minutos después te traen un teclado nuevo. Lo que antes era insoportable ahora se vuelve funcional.
Te planteas la posibilidad de traer algunas pertenencias para adornar el escritorio, tal vez una maceta, tal vez unas flores de papel, tal vez una fotografía. ¡Patrañas! Eres incapaz siquiera de poner algo que ridículamente te haga exhibir tu ñoñez. Si deporsí eres ñoña, no aceptarás enseñarle al mundo tu desagradable desfachatez cursilezca.
Acercas el monitor, te acomodas en la silla, ordenas a tus buenos amigos los bolígrafos en un lugar estratégico.
Llega la hora de salir, no conoces a nadie más que a tu jefe, a las tres muchachas que te dicen qué debes hacer y el tipo de mercadotecnia, que no has visto antes.
Acomodas tus primeros instrumentos de trabajo y los papeles en los que tendrás que trabajar en los siguientes días. Papeles preciosos que requieren de una actividad placentera, doblemente placentera, tal vez tríplemente placentera, leer, escribir y hablar de cine.
Los bolígrafos de colores son los únicos que iluminan tu lugar de trabajo, tu escritorio negro de palabras blancas y sanas.
3 comentarios:
Llegué a tu blog, y por muchas cosas que escribes y porque cuando lo hice, me acordé de lo bien que me la pasé en Oaxaca, y que también extraño mucho no poder caminar por sus calles, me permití este comentario a manera de saludo afectuoso
Un abrazo
te cae el desencanto cuando vez el que comedor es mas pequeño que tu ego el primer dia laboral... del que tanto renegabas del que ahora eres parte sin siquiera pretenderlo...
Gracias por el saludo Luis.
Dark... mmm, no entendí, pero cualquier incomodidad reflejada en el texto, no es el caso. Saludos
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